Una receta inadecuada

En lo que bien pasaría como una historia de terror, hace unos doscientos años un grupo de personas no identificadas exhumó el cadáver de John Barber varios años después de muerto, le cortó la cabeza y le abrió el pecho, posiblemente con la intención de extraerle el corazón. Hecho esto, lo devolvieron a su tumba, no sin antes colocarle el cráneo sobre el pecho juntamente con los fémures en cruz, al estilo de los símbolos piratas. Todo esto sucedió en el pueblo de Griswold en el estado de Connecticut en los Estados Unidos. 

¿Por qué alguien habría hecho algo tan macabro? Cuando en 2012 el arqueólogo Nicholas Bellantoni exploró la tumba de John Barber, no encontró una explicación. Pronto se aventuró una hipótesis que lucía plausible: posiblemente se trataba de un episodio de vampirismo, que en esa época -inicios del siglo XIX- no era algo fuera de lo común en algunas áreas de Nueva Inglaterra. En esos momentos, sin embargo, no se obtuvo una conclusión firme al respecto y el misterio siguió sin resolverse.

Recientemente, con mejores técnicas de análisis de ADN y mediante el uso de bases de datos genéticos disponibles en Internet, Bellantoni retomó el asunto y, por un lado, logró identificar a John Barber como el propietario de la tumba de referencia y, por otro lado, llegó a la conclusión que, efectivamente, la profanación de la tumba de Barber tuvo como propósito eliminarlo de este mundo por considerarlo un vampiro. De acuerdo con un artículo firmado por Michael Ruane en el diario The Washington Post, los resultados de la nueva investigación fueron presentados el pasado 23 de julio en el Museo Nacional de Salud y Medicina en Silver Spring, Maryland. Pero vayamos por partes.

Durante los siglos XVIII y XIX se dio una terrible epidemia de tuberculosis en Nueva Inglaterra, tan grave que alrededor del año 1800 habría sido responsable del 25% de las muertes en el este de los Estados Unidos. Al no haber un tratamiento efectivo para curarla, un diagnóstico de tuberculosis era equivalente a una sentencia de muerte. En la medida en que progresaba la tuberculosis, los pacientes disminuían de peso y parecían consumirse, y de hecho, a la enfermedad se le conocía en ese entonces como consunción. Sufrían, además, entre otros síntomas, de ataques severos de tos, arrojando esputos con sangre y adquirían un color pálido. Siendo la tuberculosos, además, altamente contagiosa, había una alta probabilidad de adquirir la tuberculosis si algún miembro de la familia ya la padecía. 

Cabe destacar que el bacilo de Koch causante de la tuberculosis fue descubierto hasta finales del siglo XIX, mientras que los antibióticos necesarios para curarla no se desarrollaron sino hasta la década de los años cuarenta de siguiente siglo. En estas condiciones, sin una explicación racional sobre el origen de la enfermedad, los habitantes de Nueva Inglaterra recurrieron a la teoría del vampirismo, según la cual la consunción era producto de algunos ya fallecidos por la enfermedad y que en realidad no lo estaban del todo. Estos semi-muertos o vampiros robaban a sus víctimas su fuerza vital hasta consumirlas. 

Cuando se sospechaba que alguien ya muerto se hubiera convertido en vampiro, el procedimiento para remediar la situación era sacarlo de su tumba y observar si había signos que denotaran algún tipo de vida, tales como la presencia de sangre fresca en el corazón. Si tal cosa ocurriera, habría que extraerle el corazón y quemarlo. A menudo las víctimas de un vampiro eran sus propios familiares, de modo que el procedimiento de exhumar el cadáver en busca de signos de vampirismo era llevado a cabo por un miembro de la familia.

Regresando al caso de John Barber, y de acuerdo con este panorama, los vecinos de Griswold habrían sospechado que era un vampiro, y la profanación de su tumba habría tenido como propósito averiguarlo con certeza. De acuerdo con las evidencias, los vecinos habrían encontrado pruebas positivas al respecto y procedido en consecuencia.

Muy probablemente, sin embargo, los vecinos de Griswold se equivocaron de cabo a rabo y John Barber no era un vampiro, sino probablemente un trabajador del campo a juzgar por la artritis que padecía. Habría probablemente muerto, eso sí, de tuberculosis, como lo revelan las terribles lesiones que presenta en las costillas. Y lo más importante, al cráneo le faltan todos los dientes frontales, lo que definitivamente lo descalifica como vampiro -al menos según los estándares modernos impuestos por Hollywood.

El florecimiento de los vampiros ocurrió en los siglos XVIII y XIX cuando la ciencia, tal como la conocemos hoy en día, tomaba fuerza para, con el transcurrir de los siglos, transformar al mundo. Ambos desarrollos se pueden ver como dos procesos, uno racional y otro irracional, que se mueven en paralelo y por tanto se oponen uno al otro. Por supuesto, los vecinos de Griswold no tenían información de que esto estuviese sucediendo y no pueden ser culpados en modo alguno. 

Por otro lado, poniéndonos en su lugar, tendría que haber sido aterrador lidiar con una enfermedad tan terrible como la tuberculosis sin demasiadas armas para combatirla. El vampirismo les proporcionaba una cierta base teórica para tratar de entenderla. Desgraciadamente, sin demasiado éxito a juzgar por los resultados.