Ya llegamos a la segunda mitad de mayo, mes cuyo final marca el principio de lo que nos están vendiendo como “nueva normalidad”, aunque seguimos en la cresta de la ola: van 5 mil fallecimientos “oficiales” en todo el país y 22 en San Luis Potosí por causa de la Covid-19. Parecen pocos si los comparamos con los de Estados Unidos, pero son ya más de los que hubo oficialmente en China, donde se originó la pandemia causada por el SARS-Cov-2.
Que la cifra oficial no es la real ya se sabe. No ha habido pruebas a una mayoría de la población. En todo el mundo hay nuevos datos cada día, nuevas posibilidades de cura o de rebrote. Al ser una amenaza nueva los riesgos han sido mayúsculos en casi todas partes. La comparación entre las respuestas solo puede darlas la ciencia, y eso con el tiempo. “La verdad en ciencia es, sencillamente, la alternativa más probable compatible con las evidencias disponibles”, decía Jorge Wagensberg, y parece que pocos se atienen a las evidencias con tal de que la “verdad” se cargue a su favor.
En otros países apenas están descubriendo que los primeros contagios fueron hasta un mes antes de que se iniciaran los conteos de personas enfermas y de víctimas fatales. El control del Estado, válgase la frase, es igual aquí que en China. Es decir, pocos gobiernos aceptan aquella cifra que podría mostrar su “fracaso” ante la enfermedad, siempre habrá filtros, pero es importante para lograr resultados mundiales.
En México, como en otros países, la cifra real se podrá conocer hasta que se analice lo que los epidemiólogos llaman “exceso de muerte”, es decir, las defunciones que haya en este periodo y comparar esa cifra con la del año pasado. Esas actas no sé si ya las hayan llevado al INEGI los oficiales del registro civil, o cuando se hará el conteo que también debió interrumpirse acaso por aquello de Susana Distancia.
El “aplanamiento de la curva”, real o aparente, ha motivado a muchas personas a pensar que ya pasó todo, y hay calles en donde parece que no hubiera emergencia. Y no abonan nada positivo los intereses comerciales de Estados Unidos o de muchos empresarios en México, que van a echar a andar sus industrias esta semana, cueste lo que cueste. El regreso a las aulas también es algo que muchos deseamos, pero no se ve posible en el corto plazo si no se aseguran todas las medidas necesarias para garantizar la salud del estudiantado.
No faltan los motivos para desconfiar de cualquier autoridad, pero de ahí a que se vuelva deporte atacar al de signo contrario o defender al propio debería haber un trecho largo. Ya decir que el 90 por ciento de las denuncias por violencia contra la mujer son falsas es atentatorio contra la realidad de miles de hogares. Igual lo es disfrazar de “apoyos” la búsqueda de una candidatura escudados en sus cargos. Diario dan motivo todos, entonces ¿para qué inventar otros tantos?
San Luis Potosí hace unas semanas estaba en el último o penúltimo lugar de contagios, pero gracias a que no nos quedamos en casa (o reducimos nuestra movilidad está avanzando a la mitad de la tabla de la que da cuenta el subsecretario López Gattel diariamente. Familias enteras por la calle, de paseo, gente que organiza reuniones como si nada (por ejemplo, tengo un vecino al que ya le dio por hacer dos fiestas semanales), mientras que uno sale como si todo fuera tóxico, sabiendo que cualquier detalle puede llevarlo a contraer y contagiar el virus.
En fin. Este lunes 18 es el Día de los Museos, y aunque no podamos ir por internet podemos darnos nuestras escapadas para admirar arte colonial, surrealismo o esculturas, artes conceptuales o hiperrealistas, tradicionales o de esos que muchos consideran que no son arte. Desde este fin de semana hay actividades, descargables, recorridos virtuales. La “nueva normalidad” traerá consigo otras museografías, otras formas de habitar esos espacios que enriquecen a la población (por desgracia escasa, casi siempre) en conocimiento e imaginación.
No sé si con la “nueva realidad” tendrá que construirse el Museo de la Anterior Normalidad, de ese mundo que conocimos más o menos buena parte de nuestra vida. Los museos son eso, depósitos de memoria y de normalidades/rupturas de ciertas épocas. Lo que es seguro es que hay que ir construyendo la crónica de estos días, donde los objetos cotidianos se vuelven arte o compañía, donde también la palabra escrita va cobrando fuerza como testimonio de las nuevas curadurías de nuevos y a veces efímeros museos.
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