Viejas nuevas

Hay que apoyar al gobierno de México en la crisis sanitaria, pero otros puntos no se pueden dejar pasar. En su ensayo sobre política económica a partir de la pandemia, nos plantea ideas ya conocidas junto con tonterías que recuerdan fracasos como el de Venezuela.

Miren, hace meses o años nuestro líder histórico insistía en que el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) era crucial para México y cualquier presidente debía superar el 2% anual, pero ahora que ese dato cayó por debajo de 0% y se desploma a -6 o -9% ya lo quiere desechar. Dice que interesan más el desarrollo, el bienestar y la felicidad.

Es esta una de sus propuestas en un escrito idealista de políticas sociales, más que económicas, que está plagado de retórica y programas gubernamentales. No son pocas sus fallas y confusiones, con un manejo ideologizado de populismo y moralidad, en lugar de productividad y empleo.

Como economista AMLO no tiene mucho que decirnos, aunque quizá como anti-economista sí: lo que se le ocurra o le mal aconsejen. A su vez, como politólogo o sociólogo tiene más que aportar, sobre todo con complementos a lo económico: ideas que lo enriquezcan y resuelvan sus limitaciones. Percibo cierto humor involuntario pero evitemos las ofensas y pensemos que sólo son resbalones bajo presión, si bien al afectar sus decisiones se vuelven peligrosos.

El presidente dirá si prefiere sus “soberanías” (energética, científica, alimentaria) o continúa en la globalización neoliberal (TMEC). Lo más grave es que no ve lo que viene en la economía e incluso desdeña las propuestas empresariales.

De Economía no entiende ni le importa pues sus feligreses de todos modos le van a creer y lo seguirán apoyando. El problema sería que tratara de ocultar la grave caída del PIB y el empleo con sus efectos en la pobreza, sólo para mantener su popularidad. Esto implicaría no atacar rápido y a fondo ese desastre, además de desconocer avances como los del PNUD/ONU y su Índice de Desarrollo Humano (IDH: creado hace 30 años, se calcula y publica para 189 países comparables), que añade una serie de factores al dato de crecimiento.

En cuanto a la pobreza sí inquieta su aumento y normalización en hechos y discursos que nos llevan a una república de pobres pero dignos y “honestos”; un pueblo feliz que ni se apura ni se esfuerza; una pobreza franciscana en la que no hace falta nada más; una mayor igualdad en la pobreza con menos ricos.

Así el pobre se verá enaltecido en esa cultura, al grado de que no quiera dejar de ser pobre ni le interese competir en la cultura del esfuerzo. Tampoco querrá aprender a pescar, sino que le regalen pescado.

Igual se vuelve relevante la sobreprotección de dos empresas muy ineficientes, Pemex y CFE, a fin de revivirlas como monopolios estatales sin competencia. Puede haber razones, pero no dejan de ser regresiones estatistas a costa del país, el medio ambiente y la necesaria inversión privada.

De su parte, tras casi 5 meses la evolución del Covid-19 nos confirma que el mejor manejo se ha dado en 5 países de los que 4 son encabezados por mujeres, entre las que destacan Angela Merkel y Jacinda Ardem de Nueva Zelanda. Entre los más criticados en el mundo, hay 3 populistas: Trump, López Obrador y Bolsonaro de Brasil. Este marzo el nuestro no quería que se implantaran, y ahora le urge que se acaben las restricciones… lo que empeora de nuevo las cosas.

* LA SALUD, LA ECONOMÍA y la inseguridad resultan ‘trágicas’. En lo primero y lo último el presidente ya escucha más y ha cambiado lo que decía ante la pandemia (de burlarse en febrero, a asustarse en abril) o la inseguridad (de la Guardia Nacional tan ineficaz con abrazos, a la militarización con posibles balazos).

En Economía, oigan, nadie en su gobierno le avisa de los graves errores en sus escritos, si bien su política macroeconómica no ha sido tan mala… aunque a veces ahuyenta la inversión privada. El problema está en su aversión a la economía (el neoliberalismo), a los empresarios que invierten y a los indicadores que deben guiar.

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@cpgarcieral