Cada cambio de administración federal, estatal y municipal, desde que tengo memoria se ha generado uno de los gastos más absurdos e innecesarios que ocurren durante estos cambios de estafeta en espacios públicos que van desde el Gobierno Federal, los Congresos, los Gobiernos de los Estados y los Municipios.
Me refiero a la modificación de la “imagen institucional”, pues con la llegada de cada nuevo gobierno, en un ánimo de dejar huella (bendita vanidad) el gobernante en turno manda imprimir nuevas hojas membretadas para todos los oficios que se girarán en esa administración, se rotulan los vehículos, las oficinas públicas y ahora también se estila el bordado de camisas que en alguna ocasión vestirán los funcionarios, sólo como ejemplo y para no herir susceptibilidades citaré algunos “slogans” de gobiernos ya no vigentes: Campeche “Vamos por nuestro Progreso”, Colima “Late para todos”; pero también ocurre en los Ayuntamientos: Monclova “Monclovita la Bella”, Cuautitlán “Gobierno con actitud”, Atotonilco el Alto “Alto por su gente” o Tecatitlán “Te cautiva”.
Frases que generalmente se colocarán en la esquina superior derecha de los papeles membretados oficiales, en las puertas de los vehículos y en todo espacio público posible, para que, terminando sus mandatos sean sustituidos por otra frase y otros colores. Esto que ocurre ya por tradición, que no por serlo es un fenómeno positivo en la vida política de nuestro país, debería desaparecer.
Afirmo lo anterior estimado lector, partiendo de la premisa de que el Estado Mexicano es uno sólo, que su representación gráfica la encontramos en el Escudo Nacional como simbolo de identidad y que cuando una administración termina y otra inicia únicamente se da una transición, es decir inicia la temporalidad de un mandato y los gobiernos federales, estatales y municipales deberían sólo utilizar como símbolo de identificación nuestro Escudo Nacional o en su caso los Escudos de Armas de las Entidades Federativas y los Ayuntamientos; no hay ninguna razón válida para que cada cambio de administración se coloque un “sello personal” o una “frase distintiva” que no en pocas ocasiones raya en lo graciosa y en otras hasta ridícula, que a su término lastimosamente será sustituida por otra.
Pero si este argumento no fuera lo suficientemente válido, acudamos a las finanzas, ¿cuánto nos cuesta a los contribuyentes cada tres o cada seis años cambiarle la “imagen” a una administración? Imprimir millones de hojas de papel con los colores y nueva “frase” o el “slogan” del gobierno en turno; rotular toda la flotilla de vehículos de un gobierno con todo lo que ello implica en gasto, cuando tanto las hojas como los vehículos podrían simplemente conservar el escudo y el nombre del gobierno para que, sin importar quien llegue a ocupar tales cargos utilice estos recursos considerando que se accede a representar una parte del Estado Mexicano, el cual cuenta ya con una identidad invariable, lo cual además, al evitar los colores envía un mensaje positivo de que se gobierna para todos y no sólo para sus electores con un determinado color.
En conclusión, en tiempos donde debe prevalecer la austeridad y que los gastos millonarios que generan los cambios de identidad en los gobiernos sólo por la única razón del culto a la personalidad, nuestros legisladores aún en funciones o los que vengan, se sacarían un diez, si entre sus iniciativas colocaran, como un candado incluso a nivel constitucional, la prohibición a los gobiernos de colocar frases, slogans y colorear los utilitarios institucionales, para emplear siempre los escudos oficiales, esos los que verdaderamente nos identifican y que no cambian a capricho de un malentendido marketing político, con frases que luego, nadie queremos recordar. Hasta el próximo lunes.
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