¡Ya basta!

Datos revelados por la jerarquía católica de Estados Unidos revelan a través del portal de internet BishopAccountability.org, que alrededor de 11 mil sacerdotes católicos en ese país tienen cargos creíbles de abuso sexual contra menores de edad de ambos sexos. Este listado proviene de las  listas que elaboraron las propias diócesis locales, en afán de transparentar los ilícitos cometidos por sus propios miembros. En México, en los últimos doce años, la propia Conferencia del Episcopado Mexicano ha reconocido que se ha investigado a 426 sacerdotes por el mismo ilícito. Ahora bien, hablamos de la iglesia católica porque sigue siendo mayoritaria en este lado de mundo; sin embargo, en septiembre del 2018, bajo el movimiento MeTooGoru (Yo también, Maestro), se entregó una carta al Dalai Lama, denunciando abusos del mismo tipo cometidos por sacerdotes y maestros budistas, provenientes de cinco países del mundo. Ante esto, posteriormente, al igual que sus pares católicos, el jerarca budista reconoció haber sabido de estos casos desde la década de los noventa. 

Así mismo, en la India, la organización Human Rigths Watch ha señalado que el abuso sexual en menores de edad en ese país es alarmantemente alto; detectaron también que las agresiones tienen una relación directa tanto con el sistema de castas preponderante así como con figuras provenientes de jerarquías religiosas. La fundación Thomas Reuters señala que en la India, cada 22 minutos se denuncia una violación.  En el mismo sentido, no existen datos del número de víctimas y abusadores provenientes de la religión musulmana, pero en Indonesia, uno de los países con mayor concentración de musulmanes (87%), la Comisión Nacional contra la Violencia hacia la Mujer denunció  que niñas y mujeres, específicamente, “sufren violencia sexual a diario”.

Seamos claros, de ninguna manera podemos generalizar afirmando que todos los miembros de las jerarquías religiosas son predadores sexuales; sin embargo, es evidente que los casos de abuso salen a la luz hasta que se acumulan y se vuelven escandalosamente notorios. También es cierto que desafortunadamente, el porcentaje de abusadores condenados es bajísimo; como también es un hecho que las cifras negras, es decir, el número de casos cometidos, pero no denunciados, es mucho mayor. En algunos casos se estima que por lo menos las cifras deben de duplicarse y esto, ateniéndose a cálculos muy conservadores. 

En días recientes hemos visto plasmado en video al líder budista, el Dalai Lama, cuyo nombre es Tenzin Gyatzo, besando en la boca a un menor de edad para después pedirle que le chupe la lengua. Se sabe que mostrar la lengua es una manifestación aceptada en ciertas vertientes de la cultura tibetana; sin embargo, tal y como lo afirma el  Haq: Center for Child Rights, con sede en Delhi, la petición de Tenzin Gyatzo de ninguna manera es reflejo de dicha cultura. Eso fue, simple y llanamente, un abuso sexual contra un menor, a la vista de todos. Se ha emitido un comunicado por parte de la oficina del Lama donde se lee lo siguiente: “Su Santidad a veces bromea con personas que conoce en una forma inocente y juguetona, incluso en público y ante cámaras. Está arrepentido del incidente”. Mucho podemos estar de acuerdo que un beso en la boca a un infante, con una petición para chuparle la lengua a un anciano no es, en modo alguno, ni una broma, ni un acto inocente y mucho menos juguetón. Es un abuso.

Es momento de decir  ya basta. Es intolerable que bajo el manto de cualquier religión, ideología o creencia se justifiquen delitos cometidos contra cualquier persona, pero especialmente contra infantes que muchas veces acuden a las instancias religiosas buscando consuelo, protección o simplemente divertirse mientras aprenden ese parámetro que separa lo bueno de lo malo. Ya basta de sistemas que permiten el encubrimiento de los y las abusadoras, ya basta de hacer pasar por acto divino la  plena maldad humana. Delitos son delitos y no pecados. ¡Ya basta!