Luego de que se mantuvo en la agenda pública legislar sobre la castración química de violadores, el arzobispo Jorge Alberto Cavazos Arizpe propuso reforzar la educación, proporcionar apoyo psicológico y verdaderamente readaptar a los privados de su libertad por esa causa, pero no causar daño contra la persona en el aspecto físico.
Dijo que las penas deben ser medicinales, y por lo tanto debe partirse de la educación de manera preventiva y también para las personas que ya incurrieron en un acto reprochable de esa naturaleza.
La Iglesia Católica condena delitos de esta naturaleza, pero la justicia debe restaurar a la persona como parte de la reparación del daño y se le debe guiar para que la persona cambie y de esta manera no vuelva a cometer un delito.
Advirtió que lo primero que se tiene que dar es la educación a las personas, y eso tiene que ver con el papel de todas las instituciones educativas.
La iglesia es educadora con grupos juveniles y en la catequesis y también en los institutos y las escuelas.
Explicó que, por ejemplo, se debe recurrir a lo promovido en tiempos de Juan Pablo II, por lo que se refiere a la teología del cuerpo, pero principalmente del ser integral.
Dijo que una mejor educación en los aspectos deberá ir encaminada a evitar que las personas quieran buscar solamente este tipo de situaciones.
A diario se sabe de miles de historias en las que algunos hombres violan a una mujer, pero eso viene de una mala educación. Las familias, la iglesia y el sector educativo tienen que ver la educación moral y la educación sexual, y en particular una educación afectiva-sexual para poder dominarse como persona.
Recordó que las penalidades tienen que tener un sentido medicinal, de manera que un agresor no pueda cometer nuevamente un delito de esa naturaleza, y precisamente por eso algunos están privados de su libertad, pero se debe priorizar la educación aún a las personas que están privadas de su libertad por eso.