De garbancera a catrina: la muerte que se volvió calavera

Diego Rivera le puso cuerpo y la bautizó como “La Catrina”. La calavera original de José Guadalupe Posada era una referencia crítica a las mujeres que intentaban ocultar sus raíces indígenas al vestirse a la usanza europea. Posada se refería a las actitudes de estas personas diciendo: “En los huesos, pero con sombrero francés”.

“La muerte es democrática, ya que, a fin de cuentas, 

güera, morena, rica o pobre, toda la gente acaba siendo calavera.”

José Guadalupe Posada

En México el culto a la muerte tiene su origen en las primeras culturas que habitaron el territorio y la forma en que entendían al mundo. La mitología indígena concibe el universo verticalmente, dividido en tres partes: supramundo, mundo e inframundo. Cuando alguien fallece, inicia un viaje en descenso donde tiene que atravesar las nueve dimensiones que componen el inframundo para llegar a un lugar de reposo eterno llamado Mictlán.

Según la tradición prehispánica, el difunto tenía que ser envuelto en un petate, mientras se organizaba una fiesta de partida en la que se colocaba su comida favorita en vida, por si tenía hambre. Esta forma de celebrar la partida de un ser querido se fue mezclando con la creencia de que el fallecido desaparece cuando ya no hay rastro de él en la memoria de sus descendientes, sincretismo que dio origen a la celebración actual por el Día de Muertos, en donde los ausentes se hacen presentes en el mundo de los vivos. La muerte durante esta festividad es símbolo de vida y se representa con la tradicional calavera que viene a nutrirse de la esencia del alimento que se ofrenda en el altar. 

Durante el siglo XIX se dio rienda suelta a la imaginería nacional, y el uso de la calavera se extendió hasta tener un significado más crítico y mordaz. En palabras de Diego Rivera: “Todos son calavera, desde los gatos y garbanceras, hasta Don Porfirio y Zapata pasando por todos los rancheros, artesanos y catrines, sin olvidar a los obreros, campesinos y hasta los gachupines”.

Uno de los artífices de la calavera como elemento plástico en la estética popular fue sin duda el grabador José Guadalupe Posada. Nacido en la ciudad de Aguascalientes el 2 de febrero de 1852. A los 35 años, el también ilustrador y caricaturista, se mudó a la Ciudad de México, después de haber dirigido por varios años la clase de litografía en una secundaria en León, Guanajuato. En la capital del país, trabajó para la Casa Vanegas Arroyo, principales editores de literatura popular impresa a finales del siglo XIX y durante las dos primeras décadas del siglo XX. 

La editorial ofrecía una variedad de géneros como cancioneros, cuentos, adivinanzas, calaveras e historietas, impresas en una diversidad de formatos como cuadernillos, pliegos doblados y hojas volante que circulaban en sectores amplios de la población debido a su bajo costo, que llegó a ser hasta de un centavo. Posada ilustró una gran cantidad de estas publicaciones, se calcula que el acervo que dejó a Vanegas Arroyo alcanza los 15 mil grabados. 

Las escenas representadas con calaveras fueron más allá de ilustrar las composiciones en verso con toque humorístico publicadas en la víspera del Día de Muertos. José Guadalupe Posada dibujo acontecimientos de interés popular tan versátiles, que abarcan desde hechos políticos hasta escenas costumbristas y folclóricas, mismas que incluían accidentes o crímenes que tenían lugar en la gran urbe y las calacas protagonizaron muchos de estos sucesos. Diego Rivera afirmó que en los dibujos de Posada encontramos a “… la muerte que se volvió calavera, que se pelea, se emborracha, llora y baila”. El muralista fue un gran impulsor de la mexicanidad después del movimiento revolucionario en nuestro país. Su trabajo definió en mayor medida el nacionalismo en lo que a términos estéticos se refiere.

Una serie de eventos se conjugaron para dar vida a un elemento tan popular en la cultura hoy en día como es la calavera. Pasaron diecisiete años después de la muerte de Posada en 1913, para que fuera publicada su Monografía que pretendía valorar su trabajo. Rivera observó en ese libro de grabados el busto de una calavera publicada en 1873, le agregó cuerpo para incluirla como figura principal en el mural “Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central” que originalmente se ubicaba en el salón Versalles del Hotel del Prado y actualmente se localiza en el Museo Mural Diego Rivera, espacio construido donde inicia la Alameda Central en la Ciudad de México. A esta calavera la nombró “La Catrina” y lucía un vestido de la época ataviado con una estola de plumas que alude a Quetzalcóatl, pasea del brazo de su creador José Guadalupe Posada y con la otra mano sostiene a la figura infantil de Diego Rivera. 

Pero ¿qué ilustraba la calavera original de Posada? Es importante mencionar que era una práctica común que el editor, al ser el propietario de las placas, hiciera cambios en ellas para adecuarlas a sus necesidades, se tiene conocimiento que al menos 27 grabados publicados en su Monografía fueron utilizados tantas veces que las placas se rompieron. Así mismo, el nombre inicial de la estampa es de gran ayuda para entender lo que representaba, por ejemplo, la que inicialmente fuera “La calavera de los periodistas” dibujo de calacas ciclistas   en donde cada uno personificaba a una publicación periódica de la época, pasó a ser sólo “Las bicicletas”. 

Lo mismo sucedió con la calavera catrina, originalmente llamada “Empolvada garbancera”, dibujo que guarda una aguda crítica social, pues “garbancera” hace referencia a las mujeres que intentaban ocultar sus raíces indígenas al vestirse a la usanza europea. Posada se refería a las actitudes de estas personas diciendo: “En los huesos, pero con sombrero francés con plumas de avestruz”. La imagen apareció por primera vez en 1913 ilustrando un suplemento titulado Remate de calaveras alegres y sandungueras.

Al cambiarle el nombre a la ilustración se modificó también su condición social, pasó de señalar a quien desdeña de su origen y herencia cultural para representar a una mujer rica y elegante. Por la estola de plumas que le colocó el pintor, algunos críticos afirman que “La Catrina” representa las contradicciones propias de la sociedad decimonónica. Actualmente es un símbolo fuertemente arraigado en la cultura popular mexicana, se ha convertido en un elemento fundamental de la festividad del Día de Muertos.

El significado de la calavera puede variar con el paso del tiempo, hoy por hoy sintetiza una festividad que expresa la cosmovisión de la muerte de los mexicanos, el reencuentro de los fallecidos con sus familiares y amigos, un recordatorio de que la vida de una persona no termina, por el contrario, sigue en otro plano regido por otras leyes.