Aunque parezca un fenómeno reciente, la inteligencia artificial lleva más de 15 años presente en nuestra vida cotidiana: aparece en plataformas de streaming, en los mapas que usamos para movernos y, hoy, en los 110 millones de teléfonos que utilizan esta tecnología en México.
El debate resurgió con fuerza tras el auge de la IA generativa y la velocidad con la que se desarrolló. Pero ¿Existe realmente el riesgo de que reemplace empleos?
Enrique Cortés Rello, director del Artificial Intelligence Hub del Tecnológico de Monterrey, explica en entrevista para Pulso Al Aire que es fundamental entender que la IA emula inteligencia, pero no la posee, y por tanto no es un sustituto de las personas.
"Cuando esto empezó había quien decía: ´nos van a reemplazar a todos´. Ahora ya tenemos tres años para medirlo. ¿Cuántos trabajos crees que se han perdido en Estados Unidos donde la IA reemplaza directamente a un humano? tres por ciento. No se han perdido por la inteligencia artificial. Nos da miedo porque pensamos que puede sustituirnos, pero no: es muy difícil que te reemplace", señaló.
No obstante, reconoce que sí existen áreas donde se ha observado sustitución, especialmente en tareas altamente repetibles: generación de textos para redes, libros básicos, atención en call centers y algunas funciones de programación, donde la IA agiliza procesos. Para el especialista, los empleos no desaparecerán, pero cambiarán, y quienes no se actualicen "se verán obligados a hacerlo".
Cortés Rello advierte también sobre un uso indebido que considera especialmente peligroso: emplear la IA como si fuera un profesional de la salud.
"Algo que no se debe hacer con la IA es tratarla como doctor, psiquiatra o psicólogo... ni siquiera como un amigo, diría. No es un médico. La manera más peligrosa de usarla es en salud mental. Si me siento deprimido y en vez de hablar con un amigo, mi mamá o un psiquiatra, hablo con la inteligencia artificial... la IA no te entiende; intenta responder tus preguntas. Es increíblemente peligroso", afirmó.
Otra preocupación es el impacto en el empleo juvenil. Hoy los jóvenes enfrentan mayor dificultad para colocarse porque las empresas suelen asignarles tareas básicas —como leer, sintetizar o clasificar información— que ahora pueden automatizarse con IA. La pregunta que surge es inevitable: si no se les contrata para empezar, ¿Cómo podrán adquirir la experiencia necesaria para especializarse en sus áreas en el futuro?
En medio del avance acelerado de la tecnología, el reto no es temerle a la inteligencia artificial, sino entenderla y aprender a convivir con ella. Más que un reemplazo, será una herramienta que transformará la manera en que trabajamos; el verdadero desafío será garantizar que nadie -especialmente los más jóvenes- quede fuera de esa transición.
Al final, la inteligencia artificial no definirá el futuro del trabajo: lo harán las personas que aprendan a usarla, cuestionarla y ponerla a su servicio. La clave será prepararse, adaptarse y mantener lo que ninguna máquina puede replicar: criterio y experiencia.