Mariana tiene 34 años, trabaja en una de las fábricas de la industria automotriz en San Luis Potosí desde hace casi cinco años; es madre autónoma de dos: Emiliano y Sofía; el primero acaba de entrar a la secundaria y Sofía va en primero de primaria; su madre vive con ella y, de no ser por su apoyo, Mariana simplemente no podría.
Su turno inicia a las 7, pero tiene que estar en la planta a más tardar a las 6:45, así que su día arranca a las 5:30; se levanta con el tiempo contado: un baño, alistarse, un café (a veces); revisar mochilas y uniformes.
Ya en la planta se concentra en su trabajo; ella está en el área de calidad, y aunque el trabajo es cansado y repetitivo, tiene que estar alerta todo el tiempo; no solo se cansa el cuerpo: la presión no la deja casi parpadear; entre descansos se desahoga con sus compañeras, a veces hablan de los hijos (casi todas son mamás), de los esposos (las que los tienen), a veces del jefe; todas saben que después del trabajo les espera "el otro trabajo".
Su turno termina a las 3, pero con el transporte y el tráfico llega a su casa a las 4:30, y apenas entra, se cambia los zapatos y empieza el siguiente turno: revisar tareas, calentar comida, poner la lavadora. Su mamá le ayuda, pero aun así hay muchos pendientes. Emiliano está entrando a la adolescencia y hay que cuidarlo, mientras que Sofía quiere jugar.
Más tarde limpia un poco, hace la cena; a veces hay juntas escolares, compras pendientes; luego llega la noche y hay que repasar que nada se olvide para la mañana del día siguiente. Se acuesta entre las 10 y las 11, pero la cabeza no se apaga tan fácil: hay reproches por lo que faltó por hacer, el repaso de los lonches, el uniforme limpio, el chequeo médico pendiente desde hace meses, la amiga a la que no ha llamado, los zapatos que necesita Sofía, la ropa que ya no le queda a Emiliano, el problema con la compañera de trabajo; su mente nunca para, sigue trabajando; a veces llora bajito, otras se queda dormida sin darse cuenta. Mariana no se queja, solo quisiera que al menos un día no todo dependiera solo de ella.
Doble jornada y carga mental: el rostro invisible del trabajo en la industria automotriz
Aunque el rugido de las máquinas en la Zona Industrial de San Luis Potosí resuena como motor del progreso nacional, impulsado por gigantes como BMW, General Motors, Goodyear y Continental, la fuerza femenina que ensambla, pinta y mueve la logística de esta maquinaria a menudo permanece en las sombras; se estima que entre el 30% y el 35% de quienes dan vida a esta industria en el estado son mujeres, una cifra significativa que esconde una verdad compleja y silenciosa: la doble jornada y la carga mental.
Según la Encuesta Nacional sobre el Uso del Tiempo (ENUT), mientras un trabajador promedio dedica unas 15 horas semanales a las tareas del hogar, las mujeres invierten casi 40; esto representa un segundo turno no remunerado, que se suma a la jornada formal, en San Luis Potosí, esta brecha implica que ellas trabajan más horas por semana en comparación con los hombres.
Mariana es un ejemplo: su día comienza antes del amanecer y continúa tras el turno de fábrica con el cuidado del hogar y de sus hijos; cinco de cada diez horas que sostienen la economía del país provienen de este esfuerzo silencioso, mayoritariamente femenino.
A pesar de ello, solo el 41.9 % de las mujeres en San Luis Potosí participa en el mercado laboral, una cifra por debajo del promedio nacional, y dentro del sector automotriz, apenas el 26 % son mujeres, según datos del INEGI. La desigualdad se refleja también en los ingresos: por cada $13,041 que gana un hombre, una mujer percibe en promedio $11,140, una brecha del 16.5 % que se amplía en los cargos directivos, donde solo dos de cada diez líderes son mujeres.
Sindicalismo con perspectiva de género: una lucha que apenas comienza
En este contexto desigual, donde la doble jornada y la carga mental limitan el tiempo y la energía de las mujeres, las trabajadoras también enfrentan retos para hacer oír su voz en los espacios donde se negocian sus derechos: los sindicatos. Históricamente dominados por hombres, estos espacios continúan reproduciendo estructuras que limitan la participación femenina. Una encuesta a 60 trabajadoras del sector industrial en San Luis Potosí reveló una baja participación en procesos sindicales.
La reforma laboral de 2019 introdujo cambios con perspectiva de género, como la representación proporcional y la obligación de establecer protocolos contra la violencia; el T-MEC reforzó estos compromisos, sin embargo, la realidad dista de estas intenciones: solo el 34% de la membresía sindical nacional son mujeres, y su representación en cargos de decisión sigue siendo baja, especialmente en sectores como el automotriz. La encuesta confirma esta tendencia, ya que el 66% de las participantes nunca ha sido electa para un cargo sindical, y un 33% rara vez o nunca asiste a las asambleas.
Una trabajadora que participa en la conformación de un nuevo sindicato independiente en San Luis Potosí lo expresa claramente; viuda y con hijos mayores, puede asistir a reuniones, pero sabe que muchas de sus compañeras más jóvenes no tienen esa posibilidad por las responsabilidades domésticas.
Los turnos rotativos, las jornadas extendidas y la falta de servicios como guarderías dificultan aún más su participación sindical, la escasa representación femenina impide que se impulsen agendas laborales que reconozcan la doble jornada y la carga mental; realidades que la encuesta visibilizó al mostrar que un tercio de las mujeres dedica más de 11 horas semanales a tareas del hogar y otro tercio más de 20 horas al cuidado de otras personas fuera de su jornada laboral.
No sorprende que muchas mujeres consideren cambiar de sector, según el estudio Mujeres al volante de Deloitte; las principales razones: dificultades para conciliar la vida familiar y laboral, falta de oportunidades de crecimiento y escasa diversidad. La encuesta también reveló un dato alarmante: el 66.7% de las mujeres ha experimentado alguna forma de violencia en su lugar de trabajo, lo que subraya la necesidad de sindicatos que prioricen la seguridad de sus afiliadas.
Aun así, hay esperanza, ya que los sindicatos democráticos e independientes comienzan a marcar la diferencia:
Las propuestas de las trabajadoras en la encuesta, resaltan la necesidad de adaptar las estructuras sindicales a sus vidas; propuestas como horarios flexibles para reuniones, guarderías en centros laborales, permisos sindicales remunerados y representación paritaria ya no son peticiones idealistas, sino condiciones mínimas para garantizar la participación plena de las mujeres en la vida sindical.
La igualdad en la industria automotriz de San Luis Potosí no se decreta: se construye día a día, con el esfuerzo colectivo y la voz decidida de trabajadoras que están dispuestas a transformar su realidad.