Una historia sólida, de prácticas de cocina francesa y española y costumbre del Porfiriato hasta nuestros días, surge el pan de muerto, elaborado como cosa muy sencilla por los expertos.
Desde la repostería hasta la elaboración de pan especializado, Jorge Alfredo Pérez Covarrubias encuentra en el pan de muerto, un trabajo de fabricación que le aporta una experiencia gratificante, por el proceso que se debate entre la tradición de un pan estándar y nuevas exigencias de mercado.
Desde que un esclavo español de nombre Juan Garrido introdujo el trigo a México, el país comenzó a elaborar sus propios panes propios para alimentar principalmente a la clase media y a la clase alta de aquellas sociedades de la época virreinal.
Sin embargo, la elaboración del pan se especializa con la influencia de los invasores franceses, pioneros del pan moderno, elaborado bajo las técnicas que hoy conocemos, tanto para el pan de consumo diario y ordinario, como todo el que es elaborado por medio de prácticas de repostería.
Pero a partir de las influencias de los propios mexicanos en la celebración tradicional de los muertos, en la época del Porfiriato, apareció José Guadalupe Posadas y con él, el invento de las catrinas, que a su vez, se acompañó del pan elaborado en forma de calabaza para llevar como ofrenda a los muertos.