En San Luis Potosí, donde los ecos del sonidero suelen estar ligados a voces masculinas, emerge la figura de Araceli Villegas, mejor conocida como “Pequesita del Sabor”, una mujer que ha logrado consolidarse en un ámbito dominado históricamente por hombres. Con 48 años, madre, abuela, albañil y sonidera, su historia revela cómo la música también refleja las barreras de género que enfrentan las mujeres al incursionar en espacios donde se les cuestiona su capacidad y su presencia.
“Cuando empecé, muchos me decían que debía quedarme en mi casa, que lavando trastes estaba mejor. Yo sabía que también podía hacerlo y con el tiempo entendieron que sí era verdad: una mujer también puede estar detrás de la cabina”, relata.
El inicio detrás de la consola
Su historia comienza en la infancia, rodeada de la tradición familiar. Los Villegas han dedicado la mayor parte de su vida al sonido. Ella no vivió esa época, pero creció entre bocinas y cabinas: “Veía cómo limpiaban las cabinas, pintaban los aparatos, cambiaban las luces y eso me llamaba mucho la atención”, recuerda. Esa fascinación se transformó en un sueño, aunque tardaría en concretarse. No fue hasta hace diez años, ya adulta, que se animó a dar el paso y colocarse detrás de la cabina.
La experiencia fue dura. “Aquí en San Luis es raro ver a una mujer moviendo un equipo de sonido. Fue algo muy difícil, porque la verdad, el ámbito de aquí, consta mucho de lo que es el machismo de los hombres”, explica. Aunque aclara que también ha encontrado respaldo, reconoce que debió enfrentarse a prejuicios y comentarios que la relegaban al ámbito doméstico.
La música como
identidad: cumbia
y mezcla
La evolución de la música sonidera también se refleja en su estilo y su manera de mezclar. Para Araceli, las cumbias clásicas tienen un valor especial: “Lo de antes es lo más bonito porque las cumbias están más completas, tienen más sentido, es lo que marca la diferencia”.
Ese apego a lo clásico convive con la necesidad de leer al público, lo que explica por qué su selección y forma de mezclar privilegian la cumbia tradicional, esa que aún hace bailar a varias generaciones. “Nosotros no trabajamos canción por canción, nosotros nos reconocemos por mezclar y hacer que el público vibre y sienta el baile”.
Su experiencia y carisma se reflejan en cada actuación, consolidando su identidad con un nombre que combina su historia familiar y su pasión musical: “Desde que empecé, la persona que me enfocó a esto me decía: ‘Eres la pequeña de la cumbia’, y luego le cambié a ‘Pequesita del Sabor’ porque también soy versátil”.
Maternidad,
trabajo y pasión
Además de ser sonidera, Araceli es madre, abuela y trabajadora en la construcción junto a su esposo. Su vida diaria refleja la combinación de esfuerzo, pasión y compromiso familiar. “Aparte también soy albañil, con mi esposo. Antes mis hijos me ayudaban, era más 100% familiar el evento porque íbamos todos”, comenta. Hoy, con sus hijos adultos y ocho nietos, la música se ha convertido en un pasatiempo que le permite expresarse y mantener su individualidad.
Para ella, el sonido es más que un trabajo, es una forma de vida. Reconoce que al inicio, sus hijos y su familia dudaban de su camino: “Sí, sí fue difícil… mi hijo me dijo que mientras yo anduviera en este ámbito me olvidara de él… después, cuando entendió que esto es lo que me gusta, lo asimiló y eso me gustó”, compartió, al celebrar que su ejemplo inspire a nuevas generaciones de mujeres: la pasión por la música y el sonidero puede convivir con la vida familiar y personal.
Un legado que
marca el ritmo
Recientemente, durante una entrega de reconocimientos, presentó a seis mujeres que, al igual que ella, comenzaron a abrirse camino en la música sonidera. “Dije para que vean que ya más mujeres se están sumando, unas tienen poco tiempo y la verdad, eso me da gusto; de hecho, hay varias que mezclan muy bonito”, afirma.
Su apoyo a las nuevas generaciones no se limita a la música; también ofrece respaldo moral y consejos. “A lo mejor no orientación, pero sí apoyo, un apoyo moral, que a veces también cuenta mucho… a una la acabo de bautizar porque se llamaba Sonidera Pop, y le dije, ‘Desde ahorita te llamas Flaquita Mix’, y así la bauticé”, recuerda. La creación de un nombre y un estilo propio refleja cómo La Pequesita busca inspirar y acompañar a quienes se inician en esta cultura musical.
Además de los logros personales, Araceli tiene metas claras a corto y largo plazo. Entre ellas, proyectar su trabajo a otras ciudades como Guadalajara y Querétaro, consolidando su estilo y llevando el sonido potosino a nuevos públicos. “Cada meta que pienso, se logra. Sin pisar a nadie”, asegura.
Mirando hacia atrás
Al mirar su recorrido, Araceli reflexiona sobre todo lo que ha logrado y los obstáculos que superó. “A la Araceli que siempre pensó que todo mundo la iba a pisotear, a la Araceli que pensó que nunca iba a tener su sueño… le digo: viste, se pudo. Este sueño es realidad”, comparte con orgullo.
Su historia no es sólo la de una sonidera, es una invitación a abrir más espacios con más oportunidades para quienes vienen detrás. Al fin, la pequeñita que observaba las cabinas de niña se convirtió en quien ahora pone el ritmo —y en quien inspira a que muchas otras se atrevan a tomar el micrófono.