Basta con salir de casa y comenzar a caminar por las calles de la capital potosina para darse cuenta de la realidad urbana: desconocimiento, omisión, arroganciaa y apatía son algunas de las características que pueden observarse en la población capitalina.
Movilizarse en bicicleta desde la periferia a la zona centro significa poner en riesgo la vida, porque algunos conductores de automotores suelen pasar a escasos centímetros de los ciclistas, provocando caídas y desestabilización, o peor aún, atropellamientos y muertes.
Sea al norte o al sur, es común observar conductores de motocicletas circular en zigzag, pasándose los altos, rebasar por la derecha y no portar casco, además de llevar hasta cinco personas en la unidad, entre ellas, niños y bebés en brazos.
En el transporte público, ya sea en los taxis o camiones urbanos, sus choferes convierten las calles en su pista de carreras, lanzan recordatorios maternales y avientan la unidad cuando llevan prisa para checar a tiempo.
Llegar al primer cuadro de la ciudad es ingresar al multiverso, porque en un solo punto puede disgregarse cada una de las caras de la apatía ciudadana y carencia de civilidad vial de quienes habitan esta urbe de más de 900 mil personas.
Ciclistas por banquetas, conductores de automotores que no ceden el paso a otros automovilistas y mucho menos a peatones, motociclistas que utilizan la ciclovía de Venustiano Carranza, así como carros que se estacionan en ella, son solo algunas de las incivilidades que pueden apreciarse a diario.
Todos tienen algo en común: aunque cada uno se moviliza en diferente medio de transporte, tienen el mismo derecho a utilizar la vía pública, pero también de llegar sanos e íntegros a su destino.
Aunque no se puede pretender generar una cadena de favores solidarios y empáticos, bien valdría la pena intentarlo, para que las calles vuelvan a ser de todos, y no solo de unos cuantos.
No les importa
Sin importar que sean de un partido político u otro, los dos principales gobernantes potosinos han quedado a deber desde finales de 2021, cuando asumieron sus puestos.
Con el afán de generar un cambio y "pensar en grande", el gobernador Ricardo Gallardo Cardona, del Partido Verde Ecologista de México (PVEM), estableció de facto una conceptualización personal de la movilidad, consistente en construir puentes vehiculares por doquier.
Para seguir el impulso de convertirse en un "estado automotriz" ha cumplido con ese sector, porque en la actualidad todo aquel que cuenta con un automotor goza de comodidad, llega más rápido y sin complicaciones a su destino.
De la misma forma, el presidente municipal capitalino Enrique Galindo Ceballos del Partido Revolucionario Institucional (PRI), se autoproclama como un impulsor de la bicicleta, pero en lo que va de su trienio no ha adaptado ninguna ciclovía y ni siquiera ha dado mantenimiento a las que existen.
Poco después del inicio de su gestión abrió la puerta para que colectivos ciclistas se acercaran y expusieran la situación de violencia vial. En esa ocasión rodó junto a las y los activistas por varias calles para conocer de primera mano la realidad de este sector.
El edil se comprometió a que en los primeros meses de 2022 se modificaría el reglamento, para darle mayor seguridad a la comunidad ciclista, promesa que hasta la fecha sigue en algún cajón del Palacio Municipal o la Unidad Administrativa Municipal (UAM).
Mientras, a diario, ambos mandatarios se movilizan cómodamente en sus camionetas por las calles de la ciudad y del estado, en ocasiones las caminan y pocas veces las pedalean, los demás habitantes deben sobrevivir en la jungla vial.