DESPUÉS DEL TERROR, HA DE VENIR LA PAZ

Pbro. Lic. Salvador Glez. Vasquez

Nadie quiere pasar momentos de terror. Pero en esta vida, las inclemencias, son inevitables. Hay etapas de angustia, por las que no quisiéramos atravesar; pero, se necesita pasar por el dolor, para encontrarse con

la luz.

Y aunque parezca absurdo, los momentos de terror, son una anticipación de la paz.  Porque, una vez pasada la tempestad, vendrá la calma. 

Hoy, dice Jesús, que antes de su llegada, viviremos momentos de terror. Y eso, tal vez porque el mundo se encuentra al revés, y es necesario, que todo vuelva a ocupar su sitio.

La tierra tendrá que sacudirse. Pero después, todo volverá a la normalidad. Porque pronto, ha de llegar

el Señor.

Y  dice el Evangelio: “En la tierra las naciones se llenarán de angustia y de miedo por el estruendo de las olas del mar; la gente se morirá de terror y de angustiosa espera por las cosas que vendrán sobre el mundo, pues hasta las estrellas se bambolearán”. (Lc. 21).

No desesperes en el terror. Porque Dios, no abandona en la desgracia. Pero el mundo, necesita volver a su sitio; y para eso, es necesario sacudir la tierra. 

Por tanto, no temamos al  temblor, ni a  la adversidad de la existencia. Porque éstas, son señales que anuncian la llegada de Dios.

Hoy, que comenzamos el tiempo de adviento, se nos recuerda, que todo cambio es para bien; aunque de momento, las cosas no están como quisiéramos, y eso nos causa angustia. Pero la esperanza, es la luz que ilumina el lado oscuro de la existencia.

Hay realidades, que de momento es imposible cambiar. Pero si dejamos que Dios encienda la llama de la esperanza, entonces se podrán iluminar, los lados oscuros

de la vida.

Hay que pedir, el don de la esperanza, para que seamos fuertes en la tormenta; con la confianza, de que pronto ha de  llegar la paz.

No olvidemos, esto que dice el Señor: “Cuando estás cosas comiencen a suceder, pongan atención y levanten la cabeza, porque se acerca la hora de su liberación”.(Lc.21).  

No fijes los ojos en la tierra; porque ahí no se encuentra la salida. Levanta la mirada hacia lo lejos, para que puedas ver, al que está por llegar, al que te viene a liberar de la tormenta.