Hay presencias que nos devuelven la alegría

No fuimos hechos para estar solos. Ya alguien dijo que no hay soledad absoluta. Por eso mismo, no hay un solo día, en que no contemos con la presencia de Cristo. Porque él, siempre está con nosotros.

Y aunque todos tenemos días de luz, y tiempos de oscuridad, en ningún momento, Dios deja de estar con nosotros; porque aún en las tinieblas, no deja de brillar la luz divina. 

Pero el ruido que vivimos tan aturdido nos aturde tanto, que ya no escuchamos al que llevamos dentro; nos quejamos de no poder sentir a Dios, pero ignoramos su voz, que siempre nos está hablando al corazón.

Ya lo dijo Jesús: “… y sepan que yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”. (Mt.28.20). Por eso, no hay días, en que no podamos contar con Dios. Pero nuestra ceguera, nos impide contemplarlo.

Y eso todo, porque en este mundo, no es tan fácil percibir las cosas del cielo, estando en este mundo. 

SOLEDAD

San Agustín decía: “¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Y tú estabas dentro de mí y yo afuera, y así por fuera te buscaba; y deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas que tú creaste. Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo. Reteníanme lejos de ti aquellas cosas, que si no estuvieran en ti, no existirán. (Conf. Lib. 7,10).

Cuando advertimos la presencia de alguien, nos sentimos alegres. Pero no basta la presencia física; porque lo físico no siempre remedia la soledad.

DIOS, EN SU INTERIOR

Hay personas que se ven solas, pero viven alegres. Y eso, porque ellas han descubierto a Dios en su interior.

Y esa alegría, es señal de que está aligerada la carga; porque tenemos la sensación de no estar solos. 

ASCENSIÓN DEL SEÑOR

Hoy celebramos la ascensión del Señor, es decir, Jesús asciende a una nueva dimensión de vida. Él, no se va a otro lugar, sino que accede a nuestro interior.

Ya lo dice el Papa Benedicto XVI: “La ascensión no es un marcharse a una zona lejana del cosmos, sino la permanente cercanía que los discípulos experimentan con tal fuerza que les produce una alegría duradera”: (Jesús de Nazaret).

El hecho de que Jesús se vaya, no debe ser motivo de tristeza; porque ahora, él está más cerca que nunca, ya que vive dentro de nosotros. Y esa, es la causa de tanta alegría por parte de sus discípulos.

Dice el Papa Benedicto: “Todo adiós deja tras de sí un dolor”. Aunque Jesús había partido como persona viviente, ¿cómo es posible que su despedida definitiva no les causara tanta tristeza? No obstante, se lee que volvieron a Jerusalén llenos de alegría y alababan a Dios. ¿Cómo podemos nosotros entender esto? (Jesús de Nazaret).

FE

Los que tienen fe, viven felices; porque son fieles a lo que el corazón les dicta. Y los discípulos, sentían la presencia de Jesús que estaba en ellos.

Porque solo así, es como se entiende esa alegría; porque no lo tienen físicamente, pero lo sienten vivo dentro de su ser.

La alegría de el gozo que viven los discípulos, es causada por la certeza, de que Jesús vive con ellos.

Cristo no está lejos, él nos acompaña a donde quiera que vamos.

Pbro. Lic. Salvador 

González Vásquez