Pbro. Lic. Salvador Glez. Vásquez.
La comunicación y el tacto, son algo fundamental, para una buena relación.
Ya que, sin el tacto, no es tan fácil entrar en contacto.
Amor y admiración, son algo que también se demuestra con el tacto. Porque solo así, será posible estrechar un vínculo más personal.
Pero, al romper con Dios y con el prójimo, el hombre empieza a enfermar; y una consecuencia de esto, es la soledad. Esa, es la señal de que se ha roto la armonía.
Y, lo más doloroso de una enfermedad, es tener que padecerla a solas.
En tiempos de Jesús, eso les pasaba a los leprosos. Éstos, estaban condenados a sufrir en soledad.
Dice el Evangelio: que el Señor, tuvo un profundo gesto de amor para con esos enfermos; rompiendo toda norma, por amor a ellos. Porque estaba prohibido, cualquier clase de contacto con un leproso.
Pero, nuestro Señor, quería que el leproso viviera la más grande experiencia de amor; y, una vez que sanara, cambiara su rumbo y volviera hacia Dios.
Por eso, Jesús no quería la divulgación del hecho.
Ya que lo divulgado, se puede mal interpretar.
Así lo dice el Evangelio: “Al despedirlo, Jesús le mandó con severidad: No se lo cuentes a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al Sacerdote y ofrece por tu purificación lo prescrito por Moisés”. ..
Lo que viene de Dios, se expone a falsas interpretaciones.
Pero, la bondad Divina, más que una noticia, es una experiencia de amor y de fe.
El amor no es novedad, sino vivencia que contagia.
Por tanto, hay que hablar menos de Dios, y empezar a contagiar, con esa experiencia del amor Divino.