“polifonía” TODOS HABLAMOS DE AMOR

Hablemos de la cosa esa…extraña… rara, que a veces nos abraza y otras no maltrata, pero inherente a nuestra especie humana y protagonista, no solo en la literatura, sino en las expresiones del arte y también en los discursos no ficcionales como la antropología, la psicología o la propia ciencia. Ahí está el amor, y mejor hay que entrarle porque no se vislumbra ni una época ni especie en la que pueda desaparecer. Desde Platón y su famoso “Banquete” con la narración del divertido mito de la media naranja que les recomiendo leer y que sus hijos adolescentes conozcan, porque no es un chiste ni un concepto que Freud o los psicoanalistas se hayan inventado, sino que la búsqueda incesante por encontrar nuestro par ya había sido narrada por el pensador griego hace miles de años. O mencionar la clásica historia donde el amor trágico llega a plenitud después de la muerte como sucede en “Cumbres borrascosas” de Emily Brontë en el siglo XIX; o sin olvidar la clasificación poética que hace Octavio Paz en “La Llama doble”, donde define el sexo, amor y erotismo con una sutileza que deleita el paladar de las pupilas cuando lo leemos, imperdible. 

El amor en todas sus formas es el personaje y acción principal de los miles de narraciones que podemos leer, incluso, se traslada hacia otros mundos invitándonos a demostrar que es el sentimiento más universal que no solo los terrícolas experimentamos, sino que funge como motor en la convivencia y preservación de las especies, sino ¿cómo pueden vivir? O ¿cómo podemos reproducirnos?

Existen dos historias de ciencia ficción que hablan de esto, una es “Crónicas marcianas” del grandioso escritor estadounidense Ray Bradbury, donde en sus relatos (crónicas, pues) describe todos esos espacios y lugares extravagantes, naves espectaculares y avances tecnológicos de Marte, pero las relaciones de pareja (y creo que también las del poder o la política) parecen ser las mismas que en nuestro planeta. Los personajes se celan, se molestan, se engañan o se disfrutan igual que nosotros, y eso que son marcianos.

La otra es “Solaris” de Stanislaw Lem, ruso pero ya no tanto, sino que nació en un lugar de lo que hoy es Ucrania y está en plena guerra por esta estúpido conflicto de territorios (perdón por el comentario al margen), describe este sentimiento humanoide en un contexto extraterrestre donde el protagonista, tripulante de una nave, hace realidad sus pensamientos (erótico – amorosos) a través de un océano que primero los reconoce y los lee, como en una especie de Bluetooth, y después recrea tal cual los había ima-gi-na-do. ¡Chequen esto y tápense la mente o el “topos virtual” del que hablaba Platón para que nadie nos lea lo que estamos pensando o deseando! Porque no vayan a pasar por un lago, charco o alberca y de repente las imágenes de aquello pensado empiecen a reproducirse en medio de la nada, como ya se vislumbra con el nuevo 

En fin, el punto original es que, del amor o desamor en cualquiera de sus manifestaciones, ya sea el filial, espiritual, romántico, en hermandad o de pareja, nadie se escapa y que su multiplicidad de facetas o caras las podemos encontrar en cada libro y cada historia que podemos leer y contar, porque es y será el sentimiento que mayor significado cobre en nuestras vidas y del cual todos podemos hablar. Cursi o no, comercial o no, disfruten de este día y mes del amor, que nos recuerda nuestro origen una y otra vez.