Días extraños

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Días extraños. Unos encerrados, otros no, otros a medias. Unos sintiendo ansiedad por no salir, otros sintiéndola precisamente por lo contrario. Unos consumiendo información para mitigar la angustia, otros evitándola a toda costa porque les causa justo lo mismo. Unos comprado productos para atrincherarse por meses, otros viviendo lo de siempre: si no alcanza para librar la quincena, menos para comprar productos para almacenar. 

Unos sumidos en un estado depresivo serio, otros matando la tristeza haciendo memes. Unos cantan desde la azotea, desde las ventanas y los balcones para aligerar el encierro, mientras otros, como si nada, todavía  salen a desayunar a la calle de las gorditas o a pasear por el mercado de las Vías. Unos comienzan a darse cuenta que ya no tienen nada en común con la pareja que eligieron hace años y con la que ahora están encerrados, mientras otros descubren que sus esposos todavía les caen bien. Un subsecretario se convierte en rockstar, sex symbol y objeto de todos los stikers de moda en los teléfonos móviles. En días como estos, surgen ídolos improbables de voz suavecita. 

Cada quien afronta la incertidumbre como mejor puede. Tal cosa incluye enviar cadenas de oración, salmos, estampitas, mandalas, decretos y hacerlos circular como si éstos crearan un capelo imposible de penetrar. Otros, más mundanos, siguen a pie juntillas el distanciamiento social, se lavan las manos y asean cada superficie, mientras consultan estadísticas. Que cada quien construya los muros protectores que crea que le van a funcionar. 

Muchos están aburridos y bien dicen que la ociosidad es la madre de todos los vicios. Hay quienes están duplicando su consumo de alcohol y  otros están comiendo como si en ello se les fuera la vida. Va a haber un montón de alcohólicos y obesos al final de esto. Otros se están dedicando a comprar cualquier tarugada por internet, porque otros están vendiendo cualquier tarugada por internet. Veo venir casas llenas de objetos inservibles y tarjetas de crédito con deudas abultadas.

 Unos se han aprovechado y venden cubrebocas a $50.00 la pieza, 150 ml de gel antibacterial de dudosos ingredientes a $125.00, mientras otros buscan elaborar carátulas de plástico para donar a hospitales y organizan colectas para aquellos que se la están pasando peor. Algunos más corren a las farmacias y compran lo que cualquier publicación patito les dijo que curaba el coronavirus. Una querida amiga mía se quedó por varios días sin su medicina para el tratamiento de Lupus porque alguien, en algún lado, leyó y después difundió que el Plaquenil era eficaz contra el Covid 19. Resulta imposible encontrar alcohol líquido y se batalla para comprar paracetamol. Todo para palear la realidad: esto no tiene cura. No todavía. 

Hay quienes toman remedios que alguien les dijo prevenían el contagio: agua con bicarbonato, te de jengibre, mezcla de cilantro con aceite de oliva. Quien no comía nada de frutas y verduras descubrió que era cierto lo que le decían en la escuela y ha recuperado del olvido el Plato del Bien Comer. Pues sí, pero un sistema inmunológico no se fortalece con seis días de comer puras calabazas, pero de algo ha de servir. Cuando menos para suavizar la realidad, porque esto tampoco tiene vacuna. No todavía.

Días raros. Nos hemos aprendido a conectar a través de pantallas, hemos vuelto llamar a los amigos y a pensar en aquellos tíos adultos mayores que están solos y quizá necesiten algo del súper.  Unos comparten música hecha desde sus casas, otros invitan a publicar fotos de sus jardines, unos más ponemos a la mesa aquello que escribimos. Días extraños estos que vivimos. Quizá no todo esté perdido. 

#QuédateEnCasa