Muchas personas hemos expresado nuestra honda preocupación por la violencia que se ha enseñoreado de San Luis Potosí, en varios tonos, todos ellos llenos de alarma, miedo, coraje e impotencia, hemos dicho que la situación está desbordada y lamentablemente va hacia más, porque los grupos criminales tienen carta blanca en el gobierno de Juan Manuel Carreras López, el Gris.
Los crímenes se han disparado en la zona metropolitana, concretamente en los municipios de la Capital del Estado y de Soledad de Graciano Sánchez, y es una mala señal que los gobiernos de estas dos municipalidades estén en manos de una misma familia y su grupo, ese que llaman “gallardía” y que sólo Dios sabe qué sea.
Los presidentes municipales de nuestra capital, Ricardo Gallardo Juárez, y de la vecina Soledad, José Ricardo Gallardo Cardona –con la regencia del ingeniero Gilberto Hernández Villafuerte– han abjurado de su obligación constitucional de prevenir el delito, lo han hecho amparados en esa maldición denominada “mando único”, pero en realidad de a poco, y bajo circunstancias nunca explicadas, han desmantelado las policías de ambas demarcaciones, y la poca estructura que resta ha sido desmovilizada, como no sea para sus acciones de corte electoral.
Entre ese trío de alegres compadres –los dos Gallardo y el Gris– han permitido por sus terribles omisiones que nuestro San Luis esté literalmente en medio de una guerra en la que diariamente hay asesinatos en las calles, y a plena luz del día.
El día jueves ocurrió, en una de las más céntricas avenidas de nuestra ciudad, el asesinato a sangre fría de tres agentes de la Policía Ministerial del Estado, iban a bordo de un vehículo de modelo atrasado, claramente identificado como de la corporación –aunque no usan insignias, se les identifica fácilmente– que en medio de un atasco del tráfico urbano, cosa común hoy en día en nuestra calles semidestruidas por los miles de baches que las aquejan, fueron agredidos, literalmente acribillados, por hombres armados a bordo de una motocicleta.
Los agentes ministeriales no tuvieron siquiera oportunidad de la más mínima reacción, fueron vilmente masacrados, y los asesinos huyeron entre los autos inmóviles.
La sensación social de desprotección aumentó radicalmente tras enterarnos todos de que las víctimas de esa acción criminal eran personal entrenado y equipado para enfrentarlos, porque nos invadió un tremendo desconsuelo al sabernos totalmente en manos de asesinos armados hasta los dientes, con capacidad de operación, y nosotros sin armas, y desde luego sin la más mínima manera de saber cómo defendernos.
No abogo, desde luego, porque la sociedad nos armemos, sino todo lo contrario, por el desarme y el cese inmediato de este sangriento episodio de nuestra vida comunitaria.
Queda claro que a el Gris nuestra vida, patrimonio y felicidad le valen un pito, que mientras que él pueda fotografiarse con el expresidente Clinton, todo lo demás que ruede o se pudra.
Es una realidad tan grande como una catedral que la violencia, los crímenes y la impunidad aumentaron y vive la maldad su mejor momento en nuestra zona metropolitana tras la llegada a los gobiernos municipales de los ricardos Gallardo, por su complacencia o por su fomento, pero invariablemente bajo su tutela indispensable.
El pacto político de impunidad celebrado entre el hoy Gobernador del Estado y los súbitamente prósperos alcaldes de Soledad y la capital –no pierda de vista que en Soledad de Graciano Sánchez están bajo la regencia del ingeniero Gilberto Hernández Villafuerte, pero que él no decide ni el tono de la corbata que usa– no debe estirarse más en agravio de todos.
Unos le proporcionaron votos traicionando a su candidato –Fernando Pérez Espinosa, el Calolo– y ellos obtuvieron libertad, carta blanca e impunidad.
La tarifa, sin embargo, ha ido a más hasta tornarse excesiva, se ha extendido a garantizarles a los sumos pontífices de la plaga pajiza plena operación política y de “negocios”, garantías de exención para sus socios, y silencio total frente a los desfalcos y actos de corrupción.
La tarifa extendida a base de mal, ahora incluye el sacrificio, la inmolación, de nuestros agentes de policía, y el más horrendo terror entre la población; el Gris está pagando las facturas por los servicios de traición política con la vida y la tranquilidad de los potosinos, o si no… ¿Qué demonios espera para ejercer sus facultades constitucionales para frenar el baño de sangre y terror que estamos padeciendo?, ¿Qué tiene en las venas?
Los que están muriendo, por si no fuera poco el terrible flagelo de la muerte, casi de inmediato son criminalizados, se siembra en la sociedad la duda perversa de que estaban implicados con los malos, que si algo así les pasó es porque andaban en malos pasos.
¿En qué momento se convirtió en programa de gobierno el conteo de asesinatos y la salida a dar excusas estúpidas?
¿Qué les debe a los capos metropolitanos, además de los votos sonsacados a traición?
¿Qué espera su gobierno para liberarnos de la muerte, la violencia, el terror?
Lo que sea que esté haciendo –volteando a otro lado, meditar sobre la longevidad de los cangrejos, sonriendo, corriendo, designando candidatos del PRI o consensuándolos con una parte del PAN, tolerando opacidad, pactando con capos, entregando patrullas, fotografiándose con Clinton, huyendo, temblando– no está funcionando.
Su Secretario de Seguridad Pública luce como un gaznápiro, y los sumos pontífices de eso que llaman “gallardía” y que sólo Dios sabe qué sea, a sus anchas, sabedores de que su señorío de corrupción los mantiene a salvo; bien pronto debemos echarlos, que se lleven sus negocios y a sus socios bien lejos.
Ingenuidades
Ayer estuvo Andrés Manuel López Obrador en San Luis Potosí, y aunque pintaba para estar desangelado por las condiciones del clima, la llovizna cayó unos minutos y después cesó; aún con todo y eso fue un evento de grandes proporciones, una asistencia muy por encima de todas las espectativas; cobran sentido los números de todas las encuestas, sí, también en San Luis.
Leonel Serrato Sánchez
leonelserrato@gmail.com
Los crímenes se han disparado en la zona metropolitana, concretamente en los municipios de la Capital del Estado y de Soledad de Graciano Sánchez, y es una mala señal que los gobiernos de estas dos municipalidades estén en manos de una misma familia y su grupo, ese que llaman “gallardía” y que sólo Dios sabe qué sea.
Los presidentes municipales de nuestra capital, Ricardo Gallardo Juárez, y de la vecina Soledad, José Ricardo Gallardo Cardona –con la regencia del ingeniero Gilberto Hernández Villafuerte– han abjurado de su obligación constitucional de prevenir el delito, lo han hecho amparados en esa maldición denominada “mando único”, pero en realidad de a poco, y bajo circunstancias nunca explicadas, han desmantelado las policías de ambas demarcaciones, y la poca estructura que resta ha sido desmovilizada, como no sea para sus acciones de corte electoral.
Entre ese trío de alegres compadres –los dos Gallardo y el Gris– han permitido por sus terribles omisiones que nuestro San Luis esté literalmente en medio de una guerra en la que diariamente hay asesinatos en las calles, y a plena luz del día.
El día jueves ocurrió, en una de las más céntricas avenidas de nuestra ciudad, el asesinato a sangre fría de tres agentes de la Policía Ministerial del Estado, iban a bordo de un vehículo de modelo atrasado, claramente identificado como de la corporación –aunque no usan insignias, se les identifica fácilmente– que en medio de un atasco del tráfico urbano, cosa común hoy en día en nuestra calles semidestruidas por los miles de baches que las aquejan, fueron agredidos, literalmente acribillados, por hombres armados a bordo de una motocicleta.
Los agentes ministeriales no tuvieron siquiera oportunidad de la más mínima reacción, fueron vilmente masacrados, y los asesinos huyeron entre los autos inmóviles.
La sensación social de desprotección aumentó radicalmente tras enterarnos todos de que las víctimas de esa acción criminal eran personal entrenado y equipado para enfrentarlos, porque nos invadió un tremendo desconsuelo al sabernos totalmente en manos de asesinos armados hasta los dientes, con capacidad de operación, y nosotros sin armas, y desde luego sin la más mínima manera de saber cómo defendernos.
No abogo, desde luego, porque la sociedad nos armemos, sino todo lo contrario, por el desarme y el cese inmediato de este sangriento episodio de nuestra vida comunitaria.
Queda claro que a el Gris nuestra vida, patrimonio y felicidad le valen un pito, que mientras que él pueda fotografiarse con el expresidente Clinton, todo lo demás que ruede o se pudra.
Es una realidad tan grande como una catedral que la violencia, los crímenes y la impunidad aumentaron y vive la maldad su mejor momento en nuestra zona metropolitana tras la llegada a los gobiernos municipales de los ricardos Gallardo, por su complacencia o por su fomento, pero invariablemente bajo su tutela indispensable.
El pacto político de impunidad celebrado entre el hoy Gobernador del Estado y los súbitamente prósperos alcaldes de Soledad y la capital –no pierda de vista que en Soledad de Graciano Sánchez están bajo la regencia del ingeniero Gilberto Hernández Villafuerte, pero que él no decide ni el tono de la corbata que usa– no debe estirarse más en agravio de todos.
Unos le proporcionaron votos traicionando a su candidato –Fernando Pérez Espinosa, el Calolo– y ellos obtuvieron libertad, carta blanca e impunidad.
La tarifa, sin embargo, ha ido a más hasta tornarse excesiva, se ha extendido a garantizarles a los sumos pontífices de la plaga pajiza plena operación política y de “negocios”, garantías de exención para sus socios, y silencio total frente a los desfalcos y actos de corrupción.
La tarifa extendida a base de mal, ahora incluye el sacrificio, la inmolación, de nuestros agentes de policía, y el más horrendo terror entre la población; el Gris está pagando las facturas por los servicios de traición política con la vida y la tranquilidad de los potosinos, o si no… ¿Qué demonios espera para ejercer sus facultades constitucionales para frenar el baño de sangre y terror que estamos padeciendo?, ¿Qué tiene en las venas?
Los que están muriendo, por si no fuera poco el terrible flagelo de la muerte, casi de inmediato son criminalizados, se siembra en la sociedad la duda perversa de que estaban implicados con los malos, que si algo así les pasó es porque andaban en malos pasos.
¿En qué momento se convirtió en programa de gobierno el conteo de asesinatos y la salida a dar excusas estúpidas?
¿Qué les debe a los capos metropolitanos, además de los votos sonsacados a traición?
¿Qué espera su gobierno para liberarnos de la muerte, la violencia, el terror?
Lo que sea que esté haciendo –volteando a otro lado, meditar sobre la longevidad de los cangrejos, sonriendo, corriendo, designando candidatos del PRI o consensuándolos con una parte del PAN, tolerando opacidad, pactando con capos, entregando patrullas, fotografiándose con Clinton, huyendo, temblando– no está funcionando.
Su Secretario de Seguridad Pública luce como un gaznápiro, y los sumos pontífices de eso que llaman “gallardía” y que sólo Dios sabe qué sea, a sus anchas, sabedores de que su señorío de corrupción los mantiene a salvo; bien pronto debemos echarlos, que se lleven sus negocios y a sus socios bien lejos.
Ingenuidades
Ayer estuvo Andrés Manuel López Obrador en San Luis Potosí, y aunque pintaba para estar desangelado por las condiciones del clima, la llovizna cayó unos minutos y después cesó; aún con todo y eso fue un evento de grandes proporciones, una asistencia muy por encima de todas las espectativas; cobran sentido los números de todas las encuestas, sí, también en San Luis.
Leonel Serrato Sánchez
leonelserrato@gmail.com