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El postre

Por Catón

Febrero 28, 2021 03:00 a.m.

“Te invito a una orgia” -le dijo un tipo otro. Y pronunció así la palabra: orgia. El otro lo corrigió: “Querrás decir ‘orgía’”. “No -opuso el primero-. Orgía es con mujeres”... El doctor Duerf, analista de la escuela austriaca, le informó a la esposa de su paciente: “Su marido tiene doble personalidad”. “No puede ser -adujo ella-. Si la tuviera lo haría dos veces, y casi siempre no completa ni una”... Nalgarina, vedette de carpa, visitó en su departamento a su compañera Volupté. Observó que su amiga había cambiado su cama individual por una king size. Le dijo: “Veo que has ampliado el negocio”... Don Cucoldo llegó a su casa cuando no se le esperaba, y encontró a su mujer en el lecho conyugal entrepernada con el vecino del 14. “¡Maldito! -le gritó al aleve tipo en paroxismo de furor-. ¡Canalla! ¡Infame! ¡Miserable! ¡Ruin!”. “No seas injusto, esposo -intervino la señora-. El otro día él te prestó su martillo y su desarmador”... Una veintena de hombres de la Edad de Piedra perseguían a dos mamuts con sus hachas y sus lanzas. Uno le dijo al otro al tiempo que corrían a toda velocidad para escapar: “¡Joder! ¿Dónde está la Sociedad Protectora de Animales cuando más se le necesita?”... Dulcilí, recién casada, le comentó a su mami: “Leovigildo me quiere mucho. Dice que podría vivir sólo de mis besos”. Sonrió la señora y preguntó: “Y ¿no lo cansa ese alimento?”. Respondió Dulcilí: “No. Lo que lo tiene agotado es el postre”... Empédocles Etílez, Astatrasio Garrajarra y tres amigos más se corrieron una farra de órdago. En el curso del espirituoso convivio se pusieron a cantar. Entonaron con desafinada y tartajosa voz, pero con mucho sentimiento, canciones de nostalgia como “Hoja seca”, “Nochecita”, “Sentencia” y “Conozco a los dos”. Cantaron luego cosas de Lara, Curiel y Gabriel Ruiz. Para el final dejaron “Tú, sólo tú” y “Amor perdido”. Al término de la parranda iban a subir al automóvil, y Empédocles le dijo a Garrajarra al tiempo que le entregaba las llaves del vehículo: “Maneja tú. Estás demasiado borracho para cantar”... El ordenador le propuso a la computadora: “¿Nos enchufamos?”. “Hoy no -declinó ella-. Tengo un virus”. “Lástima -se entristeció el ordenador-. Ahora que traigo el disco duro”... Casó el experto en computación. La noche de las bodas su flamante mujercita exclamó con acento desolado: “¡Vaya! ¡Micro y soft!”... Un sultán le pidió a otro: “Voy a ir a ir a Bagdad la próxima semana. Acompáñame”. “No puedo -se disculpó el otro sultán-. Me caso el lunes, el miércoles y el viernes”... María Candelaria, la flor más bella del ejido, le contó a Crucita, su amiga y confidente: “Lorenzo Rafail me besó en el camino cuando fui por agua”. Preguntó Crucita: “Y tú ¿qué hiciste?”. “Nada -respondió ella-. Cuando quise gritar no pude, y cuando pude gritar no quise”... Doña Macalota le confió a una amiga: “Chinguetas mi marido y yo llevamos ya 10 años de perfecta felicidad conyugal. Y es que cuando nos casamos hicimos un trato: ni yo iría a su oficina en horas de trabajo ni él vendría a la casa en horas de oficina”... En la cena de parejas se abordó el tema de la igualdad de géneros. Manifestó con suficiencia uno de los señores: “Si todos los hombres desapareciéramos ¿qué harían ustedes las mujeres?”. Replicó una de las esposas: “No tardaríamos en domar algún otro animal”... Dulcibel, joven soltera, les informó a sus padres que estaba in the family way, para decirlo en términos sajones, vale decir encinta, embarazada o, para usar una expresión de pueblo, enferma de gustos pasados. Exclamó consternada la mamá: “¡Cómo!”. “No hagamos preguntas tontas -declaró el señor-. Ya sabemos cómo. Lo que debemos preguntar es con quién”. FIN.