Fuego con fuego

“Nosotros no vamos a apagar
el fuego con el fuego.”
Andrés Manuel López Obrador

Aun a la distancia las imágenes lastiman y enfurecen. El ducto perforado en Tlahuelilpan, Hidalgo, del que sale un chorro de gasolina a muchos metros de altura. Los cientos de personas que se acercan con cubetas y bidones para tomar esa gasolina que se ha convertido en botín fácil para tantos. Los soldados que observan sin hacer nada a las familias, incluso con niños, converger sobre el ducto como si se tratara de una fiesta popular. El estallido. Las personas que corren envueltas en llamas, los gritos de dolor. La devastación.
¿Cuántas veces hemos visto tragedias como ésta en México? Las explosiones de Tultepec y otros lugares que se repiten una y otra vez ante la negligencia de las autoridades y la persistencia criminal de los fabricantes de pirotecnia. Los niños quemados de la guardería ABC de Hermosillo, Sonora, por un incendio que comenzó en una bodega ilegal del propio gobierno del estado que no cumplía con los más mínimos requisitos de seguridad. La quema intencional del Casino Royale de Monterrey con la muerte de muchos de los parroquianos que se encontraban en el interior.
Y, como tantas otras veces, presenciamos la inmoral politización de la tragedia humana, tanto de quienes culpan al presidente López Obrador de los hechos como de quienes responsabilizan a los anteriores mandatarios del PRI y del PAN. Una reacción automática de todos los políticos y los activistas mexicanos es aprovechar las tragedias humanas para tratar de llevar agua a su molino.
Los mandos del Ejército, al cual se le encargan cada vez más funciones de policía, afirman que sus elementos no pudieron contener a los pobladores que se lanzaron a robar el combustible que salía del ducto en borbotones. “Al verse rebasados por la cantidad de personas, se vieron obligados a retirarse a un costado para evitar una confrontación -explicó el secretario de la defensa, el general Luis Cresencio Sandoval--. No es fácil ante una multitud prevalecer el orden, aun explicando los riesgos, ya que hay constancia de cómo se enfrenta la población al Ejército y la policía en otros casos.”
El propio presidente López Obrador justifica esta decisión de los mandos castrenses: “Nosotros no vamos a apagar el fuego con el fuego, no vamos a enfrentar la violencia con la violencia; así no se puede enfrentar el mal. al mal hay que enfrentarlo haciendo el bien.”
Es la misma filosofía que ha hecho que el fuego destruya tantas vidas en nuestro país. Los talleres de pirotecnia siguen operando en Tultepec porque, nos dicen los gobernantes, esa es la tradición popular y nadie se puede oponer a ella. Las muertes por accidentes se suceden porque la autoridad no puede imponer el cumplimiento de las reglas de seguridad a nadie y muchos menos a las oficinas de gobierno. Las amenazas de grupos de extorsión a locales comerciales, como el Casino Royale, no se toman en serio hasta que hay muertos. El robo de combustible se combate cerrando las válvulas, que en el caso del ducto que pasa por Tlahuelilpan nadie había cerrado, y no aplicando la ley con vigor y eficacia.
“Por eso la decisión que se ha tomado en este caso y en todo lo que tiene que ver con la política de seguridad es atender las causas que originan los hechos delictivos. Esto no es un asunto policiaco, militar. No se resuelve con medidas coercitivas”, dice el presidente López Obrador. En todo caso la muerte de 79 personas en Tlahuelilpan es un disuasivo para que el pueblo bueno sepa que no debe jugar con fuego.

Con fuerza
Al contario de lo que sucede en México, en Francia la policía actúa con fuerza y eficacia ante las manifestaciones de los chalecos amarillos. Las marchas son permitidas, pero no los actos de violencia, que son respondidos con vigor por las policías.

Twitter: @SergioSarmiento