Irreversible

La novedad del método no cambia la historicidad del objeto, dijo un clásico. En efecto, conforme se acerca el primero de julio, el moribundo régimen “prianista” ensaya las más diversas como desesperadas “estrategias” en contra del inminente triunfo de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) para la presidencia de México. Pero resulta que, en lugar de disminuir las preferencias por el tabasqueño, lo catapultan al infinito y más allá. No parecen entender que el problema no es de forma sino de contenido, así sea que, luego, confundan el fondo con la forma algunos priístas que gustan citar al vuelo la célebre frase “reyes-heroliana” que dicta “la forma es fondo”. El problema es que han vaciado de contenido el ejercicio de la política y se han concentrado en desplegar una guerra sucia de la que, por fortuna, ya nos hemos curado de espanto y se toma de quien viene.
Sin embargo, no se debe menospreciar el dato del último esfuerzo de la serie que se ha desplegado, consistente en hacer llamadas telefónicas masivas para denostar a AMLO, porque seguramente seguirán buscando maneras de hacer mella en el ánimo del pueblo mexicano para tratar de llevar algo de agua a los molinos de sus muy menguados candidatos. Empero, insistimos, ya debieran pensarlo dos veces porque probado está que les termina saliendo el tiro por otro lado. Y la razón de que las cosas sean de ese modo, y no de otro, ya las hemos venido comentando en este espacio y tiene que ver, sobre todo, con el hartazgo acumulado de la mayoría de la población por tanto agravio perpetrado. Por tanto, si bien es cierto que la decisión política de la mayoría se ha venido consolidando por AMLO y todo indica que se refrendará en las urnas, no es descartable que se atrevan a intentar una vez más el fraude.
Ante la posibilidad de un ominoso escenario como ese, no queda más que machacar en la necesidad de que la gente salga a votar de manera amplia y decidida por el cambio, no sólo porque se trata de cumplir con una responsabilidad ética como ciudadanos, sino de tener claro que solamente así se puede conjurar o disuadir cualquier intento de sofocar la democracia por unos cuantos, por una minoría de potentados políticos y dinerarios que han hecho de las suyas al amparo de la abulia y el desparpajo con el que, incluso, se ha tomado el curso de la vida pública nacional en los últimos años. El triunfo de AMLO es ya irreversible y ni siquiera el último debate que se llevará a cabo el día de hoy podría cambiar el sentido de las tendencias, salvo la definición de quien se perfilaría para quedar en un segundo lugar tan lejano que, a estas alturas, de todos modos se aprecia como de triste consuelo.
¿Y cuál es el problema de fondo que los prianistas siguen dejando de lado? El problema de la regeneración moral de la vida pública mexicana. AMLO ha sido enfático en ello y por eso es que su propuesta de salida, a esa grave crisis que venimos padeciendo desde hace buen rato, descansa en “la necesidad de impulsar cambios éticos para transformar a México” (en “2018. La salida. Decadencia y renacimiento de México”, Ed. Planeta, p. 262). Se trata de auspiciar la constitución de una “República fraterna”, donde sea posible pactar la mejor convivencia de la sociedad mexicana, partiendo del rescate de “la reserva moral y cultural que todavía existe en las familias y comunidades del México profundo” (Ibid). A eso se ha referido AMLO cuando habla de “Constitución moral” y que se ha pretendido desvirtuar por una visión plana y cuadrada de lo jurídico de parte de sus adversarios.
En fin, ya entrados en gastos, lo que se avizora en los próximos días es la intensificación de los ataques bajunos y desquiciados de quienes están desesperados, desplegando los más distintos métodos de autoengaño para, por lo menos, mantener la esperanza de recuperar “de lo perdido lo que aparezca”. En el debate de hoy, es más que previsible el actuar técnico de un Meade tratando de ser percibido como el que “sabe cómo hacerlo” y un Anaya “verborreico” que se ofrece como fiable de amplio espectro, pero que, una vez más, seguramente, serán tenidos como alejados, ausentes del verdadero sentimiento de la mayoría de los mexicanos y que no es otro que la necesidad de contar con alguien que, sin alardear tanto, despierta confianza y entusiasmo.
Y cuando hablamos de historicidad del objeto hay que señalar la referencia al momento excepcional que vive el país y que tiene que ver con el punto de llegada en el que nos encontramos instalados, luego de más de 30 años de experimentar gobiernos de corte neoliberal que resultaron “más papistas que el Papa” (que incluso hablaban de “renovación moral”… justo en los albores del neoliberalismo rapaz). Gobiernos que saquearon a más no poder nuestra riqueza material y espiritual, porque hicieron de la corrupción medio y fin de la política nacional. Hoy es punto de llegada y, al propio tiempo, principio de un ciclo nuevo, esperanzador, como hace mucho no se experimentaba, irreversible.