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La advertencia

Por Marco Iván Vargas Cuéllar / PULSO

Marzo 31, 2022 03:00 a.m.

¿Qué es lo que no funciona bien en nuestro sistema electoral?. Hace unas semanas publiqué en este espacio un texto titulado “Preámbulo para una reforma” en el que preguntaba cuáles serían las líneas generales de una anunciada reforma electoral en México, y su relación con la ingeniería constitucional que soporta al entramado institucional que hace que las cosas ocurran. 

Conforme pasan las semanas, los actores políticos adelantan posiciones sobre lo que consideran que es importante o necesario cambiar en nuestro sistema electoral. En otro momento hemos hablado ya sobre los antecedentes que dieron origen a las reformas que han definido el funcionamiento actual de nuestro sistema. Hoy no alcanzo a distinguir que existen posiciones amplias de consenso que motiven o justifiquen la implementación de cambios significativos de fondo. Insisto: los cambios de raíz requieren de amplios consensos que se justifican por condiciones políticas especiales. Hoy no logro identificar esas condiciones.

Esto no significa que no exista la necesidad de reflexionar, insisto, sobre las disposiciones que resultan problemáticas para garantizar la organización de elecciones libres y auténticas. Como siempre, esto depende de la posición en la que se encuentran los promotores de determinadas ideas -porque todavía no podrían llamarse iniciativas-.

En otro momento podremos discutir las formalidades de la postura que mira a las autoridades actuales como un problema y que, por tanto, requiere de una modificación en su integración. Lo que sí es importante advertir desde ahora es que de unos años para acá, se ha observado que en distintas democracias surgen impulsos políticos por retroceder en medidas que en última instancia terminan consolidando las concentraciones del poder político. Esas mismas que causaron las explosiones sociales que dieron origen a las transiciones democráticas de occidente.

A nivel global, hemos rebasado el umbral de riesgo potencial para ubicarnos en un notorio estado de embate a la democracia que provienen, paradójicamente, de quienes accedieron al poder público por mecanismos democráticos. 

Considere Usted la siguiente lista de obras publicadas recientemente: El pueblo vs. la democracia (Yascha Mounk, 2018), Cómo mueren las democracias (Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, 2018), Ocaso de la democracia: el atractivo seductor del autoritarismo (Anne Applebaum, 2020), Populismo y la crisis de la democracia (Gregor Fitzi, Jürgen Mackert y Bryan S. Turner, 2018), Nacionalpopulismo: la revuelta contra la democracia liberal (Roger Eatwell y Matthew Goodwin, 2018), La luz que falló: por qué Occidente está perdiendo la lucha por la democracia (Ivan Krastev y Stephen Holmes, 2020), Cómo termina la democracia (David Runciman, 2018), Contra las elecciones (David Van Reybrouck, 2017), Democracia para realistas: por qué las elecciones no producen gobiernos responsivos (Christopher Achen y Larry Bartels, 2016), Medianoche en Washington, cómo casi perdemos nuestra democracia y aún podríamos (Adam Schiff, 2021), Contra la democracia (Jason Brennan, 2016), Yo, el pueblo: cómo el populismo transforma la democracia (Nadia Urbinati, 2019). Vientos enfermos: salvando la democracia de la furia rusa, la ambición china y la complacencia americana (Larry Diamond, 2019), Una persona, ningún voto: cómo la supresión de votantes está destruyendo nuestra democracia (Carol Anderson, 2018). También están obras recientes de José Woldenberg, Cartas a una joven desencantada de la democracia (2017), En defensa de la democracia (2019) o Contra el autoritarismo (2021).

La advertencia está escrita.

Twitter. @marcoivanvargas