Mirador

Mientras escribo esto ha entrado en mi biblioteca un pedacito de art nouveau: una libélula.
Llegó a través del ventanal y fue por un instante toda gracia, toda belleza, toda levedad. El peso de los libros se volvió ligero; me pareció que el busto de Beethoven intentaba una sonrisa a pesar suyo. Luego de ser en mí la frágil visitante fue otra vez en ella y se marchó. Ni el instante ni la libélula regresarán.
A veces pesa el alma. Pesa tanto que el cuerpo no puede casi sostenerla, y se agobia y fatiga con su carga. El alma debería ser una libélula, no más que una libélula que sólo por equivocación entrara donde hay libros y severos bustos. Si así fuera iría por el aire y por la luz; tendría la transparencia de las cosas sencillas, y nuestra alma sería toda gracia, toda belleza, toda levedad.
¡Hasta mañana!...