Mirador

San Virila iba por el camino hacia la aldea.

Era invierno. Caía la nevisca y soplaba un cierzo cruel que congelaba hasta a las piedras.

En el medio del campo San Virila vio a una oveja que temblaba de frío porque su lana le había sido sido esquilada. 

En eso pasó el rey con su cortejo. No tenía frío el soberano, pues se cubría con un grueso abrigo de lana.

San Virila hizo un ademán y la lana de que estaba hecho el abrigo del monarca salió de la prenda y fue a cubrir a la oveja. El animalito dejó de tiritar y se durmió plácidamente con el calorcillo que invadió su cuerpo.

El rey empezó a maldecir contra el invierno, contra el frío, contra la nieve, contra el cierzo y contra San Virila. 

Le dijo el frailecito:

-Al César lo que es del César, a Dios lo que es de Dios y a las ovejas lo que es de las ovejas.

¡Hasta mañana!...