Retrocediendo

Estamos en tiempos de revolución. Cacariola, madura señorita soltera hija del dueño de la hacienda, estaba en su alcoba aplicándose los polvos de arroz que le disimulaban las arrugas. De pronto se escucharon gritos, disparos, tropel de caballería. La mamá de Cacariola le dijo con angustia: “¡El Cielo te proteja, hija de mi alma! ¡Llegaron los revolucionarios, esos lujuriosos vándalos ultrajadores, deshonradores de mujeres!”. “¡Qué barbaridad! -exclamó consternada Cacariola-. ¡Y yo en estas fachas!”... “Me acuso, padre -dijo la linda Pimpinela en el confesonario-, de que estoy entregada en cuerpo y alma al Señor”. “Eso no es pecado -la tranquilizó el buen padre Arsilio-. Por el contrario, es una gracia muy grande estar entregada así al Señor”. “¿Al de la tienda?” -preguntó tímidamente Pimpinela... Don Cornulio está triste. ¿Qué tendrá don Cornulio? Sus compañeros de la oficina le preguntaron: “¿Te pasa algo?”. Respondió el señor, atribulado: “Mi hijo acaba de decir su primera palabra”. “¿Y eso te entristece? -se extrañaron los otros-. Deberías estar feliz”. “Así es -admitió don Cornulio-. Pero esa palabra la pronunció en una reunión en la que estaban mis amigos y compadres. Dijo: ‘Papá’. ¡Y todos voltearon!”... El Ateneo Fuente, de Saltillo, es una prestigiosa institución educativa. Sus alumnos y ex alumnos se refieren siempre al Ateneo llamándolo “glorioso”. Fundado en 1867, de él surgió la Universidad de Coahuila. En sus aulas estudiaron personajes tan ilustres como Venustiano Carranza, Artemio de Valle Arizpe, Carlos Pereyra y Julio Torri. Tuve el honor de ser electo director de ese insigne colegio por votación de estudiantes y maestros. Lo fui durante ocho años, años que cuento entre los mejores de mi vida. Una de las medidas que tomé en el curso de mi gestión fue implantar la evaluación periódica de los maestros. La medida dio excelentes resultados: de inmediato mejoró el desempeño de los profesores, y por tanto la calidad docente de la institución. La supresión que el nuevo régimen hará de la evaluación magisterial en el país constituye un atentado grave contra la educación de los niños y jóvenes de México. Todavía no empezamos a caminar y ya vamos retrocediendo... Don Algón, salaz ejecutivo, le contó a su socio: “Ayer la pasé en grande. Llevé a Rosibel, mi secretaria, al club de golf para enseñarle el juego. Nos divertimos como no te imaginas. Ella no tiene facultades para eso, y se pasó todo el tiempo echando la pelotita a los arbustos”. Preguntó el otro sin entender: “¿Y dónde estuvo la diversión?”. Respondió don Algón: “Atrás de los arbustos”... “Los hombres son muy malos, hija mía -aleccionó doña Holofernes a su hija-. No te fíes”. “Jamás me fío, mami -aseguró la muchacha-. Siempre lo hago de riguroso contado”... Tres amigos fueron de vacaciones a Cancún. En el hotel conocieron a unas chicas que viajaban juntas: una telefonista, una enfermera y una profesora. Al día siguiente los amigos comentaron en el desayuno sus respectivas experiencias. Dijo uno: “A mí no me fue muy bien con la telefonista. No pude hacer nada. Lo único que me decía era: ‘Un momentito por favor’”. “A mí tampoco me fue bien con la enfermera -declaró el segundo igualmente atribulado-. Tampoco me dejó hacer nada. Se la pasó toda la noche diciéndome: “No se mueva, señor; no se mueva”. Manifestó el tercero: “Pues a mí me fue peor con la profesora”. Preguntaron los amigos: “¿Tampoco te dejó hacer nada?”. “Me dejó hacer todo-respondió el tipo, que se veía desfallecido, exánime, agotado-. Pero cuando terminé me dijo: ‘No lo hiciste muy bien. Tendrás que repetir la tarea cinco veces’”. FIN.