Una pregunta de interés

Como sabemos, con la introducción de medidas de higiene la posterior aparición de los antibióticos, hoy en día esperamos vivir considerablemente más años que lo que vivieron nuestros antecesores hace apenas dos siglos. Esta expectativa tiene, ciertamente, bases objetivas, pues si echamos una vista a las tablas publicadas en varios sitios de Internet, encontraríamos que mientras que en 1800 la esperanza de vida al nacer apenas sobrepasaba los 30 años, hoy supera los 70 años. Estos números, no obstante, son cifras globales y existe una gran disparidad en esperanza de vida entre los diversos países del mundo, atendiendo a su grado de desarrollo.

En la actualidad, el país con mayor esperanza de vida es Japón con 84.2 años, según la Organización Mundial de la Salud. Además de este país, el “top ten” de países con mayores esperanzas de vida está integrado por Suiza, España, Francia, Singapur, Francia, Australia, Corea del Sur, Italia y Canadá. En el otro extremo de la clasificación se encuentran países africanos como Angola y la República Centroafricana, que apenas rebasan los 50 años de esperanza de vida. En este respecto, México se encuentra arriba de la media tabla con 76.6 años. 

Si bien vivir años extra es deseable, estaríamos de acuerdo en que también lo es vivirlos con la mayor salud posible. Esto último, además -y al margen de cualquier deseo personal-, es relevante desde un punto de vista puramente económico, dada la incapacidad temporal o permanente que puede sufrir una persona enferma. En estas circunstancias, se han desarrollado índices para caracterizar la edad de una población atendiendo no solamente a la esperanza de vida sino también a la calidad de la misma. Uno de estos índices -DALYS, por sus siglas en inglés- mide la cantidad de días perdidos debido, tanto a una muerte prematura más allá de la esperanza de vida, como a los días perdidos por la incapacidad producto de una enfermedad.

En un artículo aparecido el pasado 6 de marzo en la revista “The Lancet Public Health”, un grupo internacional de investigadores encabezado por Angela Chiang de la Universidad de Washington Seattle, reporta el desarrollo de un nuevo índice que refleja tanto la mortalidad como el estado de salud de una población. Dicho índice está basado en un grupo -determinado por ellos siguiendo un cierto criterio- de 92 enfermedades relacionadas con el envejecimiento y que son potencialmente inhabilitantes. Sobre esta base Chiang y colaboradores investigaron el costo en años de vida perdidos que representaron dichas enfermedades en 195 países en el periodo de 1990 a 2017. De manera adicional, tomando como referencia el índice que corresponde a una población promedio a nivel global de 65 años, determinaron en qué medida el índice de la población de cada uno de los países estudiados coincide o se aleja del índice promedio. De manera específica, determinaron cuál es la edad cronológica de los habitantes de cada país a la que experimentan problemas similares de salud a los que sufre la población promedio del mundo a los 65 años. 

Como era de esperarse, los países con mayor grado de desarrollo tendieron a salir mejor calificados en el estudio. Así, el país con menos años perdidos por enfermedad en 2017 fue Suiza con 104.9 años por cada 1,000 adultos mayores de 25 años. Le siguieron, en ese orden, Singapur, Corea del Sur, Japón e Italia. Una excepción notable entre los países ricos fueron los Estados Unidos, que con 161 años perdidos ocuparon el lugar 53, entre Argelia e Irán. En el otro extremo y ocupando el último lugar, Papúa Nueva Guinea tuvo en 2017, 500.6 años perdidos por enfermedad, seguido en orden ascendente por las Islas Marshal, Vanatu y Afganistán. En cuanto a México, ocupó el lugar 48 con 156.2 años perdidos, una posición relativamente alta e incluso por encima de la de los Estados Unidos.

Con relación a la edad a la que el habitante promedio de un determinado país se siente tan enfermo o sano como lo estaría el habitante promedio del mundo a los 65 años, los resultados obtenidos por Chiang y colaboradores son vistosos -si hemos de calificarlos de algún modo.- En efecto, el país con adultos mayores más sanos es Japón, en donde a los 76.1 años el habitante promedio se siente tan sano como lo está la persona promedio a los 65 años.  Le siguen Suiza, Francia, Singapur y Kuwait en ese orden. Lejos, en el lugar 54 con 68.5 años, quedan los Estados Unidos, inmediatamente después de Irán y apenas por encima de Cuba que ocupa el lugar 57. En el otro extremo de la escala Papua Nueva Guinea es, por mucho, el peor calificado con 45.6 años. De este modo, el habitante promedio de este país está tan enfermo como un japonés promedio 30 años más viejo. 

Nuestro país, con 70.3 años está también relativamente bien colocado en este rubro, por encima de países como los Estados Unidos, Brasil y China, pero por debajo de Perú, con 74.3 años, lo mismo que de Panamá, Costa Rica, Colombia, Ecuador y Chile.

En general, de estos últimos números se encuentra que las poblaciones de los países de la costa sudamericana del pacífico tienden a tener una buena salud en la edad avanzada, incluso mejor que la de algunos países europeos como el Reino Unido y Alemania. El artículo de Chiang y colaboradores no hace ninguna mención al respecto. En este contexto, es interesante preguntarse por la causa por la que algunos países -incluyendo al nuestro- no tan afluentes como otros, tienen sin embargo poblaciones más sanas.