¿Y SI NOS FALLA?

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Del entusiasmo optimista y esperanzador que nos trajo en el 2000 la alternancia y “la consolidación de nuestra democracia”, pasamos en el 2012 al desencanto y la insatisfacción que devolvieron el poder “a los que sí saben gobernar”, para seis años después alcanzar niveles de enojo y hartazgo sociales tan altos que nos llevaron a elegir un nuevo proyecto de gobierno, cuya principal y persuasiva oferta fue no hacer las cosas igual que sus antecesores; hacerlas de manera diferente. Si este nuevo camino no conduce a un destino satisfactorio, ¿qué sigue?

De unas pocas semanas para acá el lustre y resplandor del 1 de julio se vienen desgastando, y se prefigura la posibilidad de que dentro de mes y medio asuma la Presidencia un Andrés Manuel López Obrador menos convincente y, lo peor, algo más parecido a sus antecesores.

Si asumimos que López Obrador ganó la ele cción presidencial, entre otras razones, porque capitalizó a su favor la enorme irritación social y el inédito rechazo popular causados por la forma de hacer política, de gobernar y de comportarse del peñanietísmo, será fácil entender que para AMLO cualquier decisión, cualquier suceso, cualquier conducta suya o de su entorno que se asemeje a los modos de Peña Nieto y los suyos es veneno puro.

Al final de su mandato, es claro que lo más repudiable del sexenio de Enrique Peña Nieto, lo que le significó la abrumadora derrota en las urnas y le ha granjeado bajísimos niveles de aprobación, fue su solapamiento de la escandalosa corrupción en su gobierno, la incontenible violencia criminal con su consecuente inseguridad para la población; múltiples casos de ineficacia gubernamental, su falta de carácter para deshacerse de colaboradores perniciosos y su gusto por la ostentación con cierta frivolidad.

Con esa óptica, para AMLO resulta muy costoso cualquier semejanza, por mínima que sea, con cualquiera de las características más obvias del peñanietísmo. Lo de moda es la fastuosa y ostentosa boda de su cercanísimo colaborador César Yáñez, pero ni es lo único ni es lo más relevante.

Es, me parece, más preocupante la muy light reacción de López Obrador ante la inadmisible sentencia dictada a Javier Duarte. Una sola declaración hablando de “todo fue un show”, cuando muchos hubiéramos esperado un rechazo categórico a esa desfachatada decisión judicial.

Peor aún cuando opinó que Rosario Robles, sobre quien existen documentadas denuncias de desvíos multimillonarios, cometidos a su paso por la SEDESOL y la SEDATU, pudiera ser “un chivo expiatorio”. Eso resulta muy difícil de entender.

También es difícil de comprender su casi olímpica indiferencia ante la liberación de Elba Esther Gordillo, quien salió de la cárcel por incompetencia de sus acusadores no porque se hubiera acreditado su inocencia. ¿La necesita como aliada para derogar la reforma educativa? No lo creo. AMLO tiene los votos necesarios en ambas cámaras y los accesos suficientes con la actual dirigencia del SNTE.

Ya antes se habían producido algunas señales inquietantes, como ocurrió con la postulación de Napoleón Gómez Urrutia en las listas de Morena para el Senado. Cuando esto sucedió, López Obrador era candidato, sin ninguna garantía de que fuera a ganar -y menos de forma tan amplia- y quizá por eso se le restó peso al acercamiento con ese desprestigiado líder minero.

En el tratamiento de otro de los grandes temas nacionales, la violencia/inseguridad, hay señales confusas y pasos erráticos. Algo que parecía sería uno de los pilares de la nueva estrategia -poner a las víctimas en el foco de la atención- quedó en entredicho el pasado fin de semana cuando se anunció que se suspenderían los últimos 5 de los 16 foros anunciados justamente para escuchar a las víctimas.

Otra idea novedosa en esta materia, la de la amnistía a criminales, polémica desde el principio pero que parecía sería discutida a fondo, simplemente se fue modificando, diluyendo hasta quedar en quién sabe qué. Algo similar ocurre con el que quizá fue el anuncio más radical y espectacular hecho por López Obrador luego de ganar las elecciones, en materia de organización del gobierno, la “eliminación” de las delegaciones federales. También se ha ido descafeinando y sus perfiles siguen siendo borrosos.

Muchos estarán de acuerdo en que la forma como desde la esfera de AMLO se ha abordado el tema del nuevo aeropuerto, que se encamina a ser resuelto con una extrañísima consulta popular tratándose de un tema de alta especialización técnica y financiera, no puede ser muy tranquilizadora que digamos.

En fin. Pero de lo que verdaderamente se trata en esta colaboración no es de hacer una lista exhaustiva de los hechos inquietantes que se dan en el ámbito del futuro gobierno sino de subrayar una pregunta: Si después del desencanto e insatisfacción con la Alternancia que se transformó en irritación y hartazgo con el regreso del PRI y abrió las puertas a la nueva propuesta, López Obrador nos falla ¿qué sigue, qué nos queda?

ES MUY PRONTO

La presencia de Esteban Moctezuma Barragán en el reducido séquito que trajo el viernes a esta capital López Obrador tuvo efectos inmediatos: sacudió el avispero político y acalambró a varios. AMLO pudo haberlo invitado únicamente por sus raíces potosinas y dado que no trae en sus cercanías a ningún potosino nativo, aunque igual pudo haberlo traído para, como se decía en los viejos tiempos, “darle una placeada”.

Ya una vez anterior, en 2003 cuando concluía el sexenio de Fernando Silva Nieto, Moctezuma Barragán mostró interés en ser candidato del PRI a gobernador de San Luis Potosí. Las condiciones no le fueron propicias, entre otras cosas porque no tenía ninguna presencia política en la entidad y porque un par de años antes había cerrado su ciclo político con la derrota de Francisco Labastida Ochoa, de cuya campaña fue coordinador general.

Justamente, como coordinador de la campaña labastidista y secretario general del CEN del PRI, no pocos potosinos intentaron contactarlo pero jamás lo consiguieron; era inalcanzable. Estaba en las alturas y el paisanaje, ni en cuenta. Por eso, cuando un par de años después intentó recuperar la tierra para sus fines políticos, sólo encontró un gran vacío.

Legalmente, Esteban no tiene impedimento para ser candidato a gobernador -obviamente sería por Morena-, pues la constitución estatal le reconoce la calidad de potosino por nacimiento, dado que aún sin haber nacido aquí (nació en la Ciudad de México el 21 de octubre de 1954) es hijo de un potosino por nacimiento, el arquitecto Pedro Carlos Moctezuma Díaz Infante (1923-2011). Es también, por la vía materna, nieto del general revolucionario Juan Barragán Rodríguez (Rioverde S.L.P. 1890-1974 Ciudad de México).

A más de dos años de que los partidos postulen a sus candidatos a la gubernatura, es desde luego prematuro estimar las posibilidades de unos u otros, pero lo cierto es que con la invitación de López Obrador y su consecuente “placeada” en estas tierras, Moctezuma Barragán quedó inscrito en la lista de “posibles”. Lo cual, de entrada, debe haber “acalambrado” a prospectos como Primo Dothé, Juan Ramiro Robledo y hasta Gabino Morales (cuya poderosa palanca no es ni su currículum ni su experiencia sino su cercanía con un hijo de López Obrador).

El currículum de EMB es difícil de superar, aunque su desempeño en los diversos cargos no haya sido deslumbrante. Su primer puesto de cierta importancia fue como secretario particular (1982-1986) del Secretario de Energía, Minas e Industria Paraestatal Francisco Labastida Ochoa. De ahí se fue a Sinaloa como Secretario de Administración, con el mismo Labastida Ochoa como Gobernador. De 1988 a 1992 fue Oficial Mayor de la Secretaría de Programación y Presupuesto y luego, durante algo más de un año, ocupó el mismo cargo en la Secretaría de Educación, en ambos casos a las órdenes de Ernesto Zedillo.

Al inicio del sexenio zedillista fue nombrado Secretario de Gobernación, cargo en el que duró escasos siete meses. Su relevo obedeció fundamentalmente a que no logró cumplir la encomienda presidencial de obtener la renuncia de Roberto Madrazo a la gubernatura de Tabasco, que le ganó en unas elecciones muy desaseadas a AMLO.

Después sería Senador pluri en 1997, luego Secretario de Desarrollo Social entre 1998 y 1999, para culminar su andadura política en la campaña labastidista. Desde 2002 era presidente de la Fundación Azteca, del grupo Salinas (TV Azteca, Elektra y demás).

Fue justamente en su breve paso por la Secretaría de Gobernación que conoció a López Obrador, con quien sostuvo negociaciones para resolver la situación post electoral en Tabasco. Las pláticas se dieron por intermediación de Porfirio Muñoz Ledo, en casa del entonces consejero del IFE Santiago Creel. Tiempo después AMLO se refirió a esos encuentros y calificó a EMB como “un hombre bien intencionado, pero inexperto políticamente, indeciso, carente de información política y sin respaldo presidencial”.

(Agradezco la invaluable colaboración de mi amigo el historiador Oscar G. Chávez en este segmento).

COMPRIMIDOS

La tarde del pasado martes, tanto en Palacio de Gobierno como en Casa San Luis, se daba por hecho el relevo de Adrián Vázquez en la Coordinación de Comunicación Social. La gota que habría derramado el vaso es que “se desapareció” desde el viernes. Luego de una afanosa búsqueda de varios días con el temor de que algo le hubiera ocurrido, fue localizado haciendo honor al dicho ranchero de que no estaba muerto solo andaba de parranda. Incluso se habló con quien sería su sucesor, alguien del grupo Plano Informativo. Ya para en la noche, la decisión se había desinflado. ¿Qué tiene de raro?

Apenas cumplida la primera semana en funciones, el alcalde Xavier Nava y sus colaboradores ya estaban espantados por lo que han ido encontrando en prácticamente todas las áreas de la administración municipal. Uno de los hoyos negros más terribles es el de Interapas, donde el saqueo corrió por cuenta del Delegado de la SCT federal, a quien le fue “concesionada” en pago por haber ayudado a Ricardo Gallardo Cardona a recuperar su libertad a finales del 2015 (gracias a sus contactos en la SEGOB de Osorio Chong). Lo importante es que hay la decisión de no hacerse de la vista gorda.

Según un portal de noticias, en una nota no desmentida ni aclarada en una semana, el diputado verde Edgardo Hernández Contreras declaró que al gobernador potosino le falta lo que a la gobernadora sonorense le sobran: “Huevos”. Son polvos de los lodos de la visita a Matehuala a echarle porras al Janos.

Oscar Vera se hizo del rogar como dos minutos y medio para asumir la presidencia de la Comisión de Asuntos Migratorios en el Congreso, que había rechazado alegando que no tiene el perfil adecuado. Y tenía razón: propone ir a sesionar a Houston para entrar en contacto con migrantes potosinos. Obvio no sabe que los núcleos más grandes de paisanos están en Chicago y en la zona de Dallas-Fort Worth.

Hasta el próximo jueves.