Corazón todito

El lenguaje es una piel: yo froto mi lenguaje contra el otro. Es como si tuviera palabras a guisa de dedos, o dedos en la punta de mis palabras. Mi lenguaje tiembla de deseo,” escribió Roland Barthes en esa maravilla llamada Fragmentos de un discurso amoroso. Las palabras son magia y combinadas de cierta manera pueden ser definitorias de una vida, como advirtió Milan Kundera en esa otra maravilla titulada La insoportable levedad del ser: “Con las metáforas no se juega. El amor puede surgir de una sola metáfora”.

Ay, corazón. El corazón es símbolo del amor, del cariño, del apego y la admiración, de esa parte sentimental que tenemos los seres humanos. Aunque el amor es física y química, entre otras cosas, y reside al parecer en el cerebro, el corazón simplificado es lo más visto en estos días en casas y centros comerciales, en rojo o rosa, adherido a miles de invitaciones a comprar y demostrar así el afecto y la pasión que le tenemos a alguien o “álguienes”, sobre todo a la pareja, pero que incluyen amigos, conocidos (o quien se pueda, en algunos casos).

Los griegos nos legaron parejas de seres que aún nos llenan de ideas, de sentimientos encontrados: Eros y Psique, Hades y Proserpina, Afrodita y Hefesto, Hermes y Afrodita, Paris y Helena, Odiseo y Penélope.

Hoy te extraño, como otros días, y te invito a jugar con las palabras. Específicamente con la palabra corazón. Ya sé que quizá tú no me extrañas, que quizá no me leas, pero no puedo hacer otra cosa que escribirte. Como escribió Barthes: “Saber que no se escribe para el otro, saber que esas cosas que voy a escribir no me harán amar por quien amo, saber que la escritura no compensa nada, no sublima nada, que es precisamente ahí donde no estás: tal es el comienzo de la escritura”.

En literatura el corazón aparece física y metafóricamente, de “El corazón delator” de Edgar Allan Poe a “El corazón de las tinieblas” de Joseph Conrad. En el habla popular “de corazón”, decimos sobre algo que se dice con sinceridad o desinteresadamente. “Me rompió el corazón”, sobre alguien que nos hizo mal. La hace cardiaca el que la hace de emoción y “no tiene corazón” la persona que busca su provecho sin pensar en los demás, como ciertos políticos...

De corazón (y su origen latino “cor”) derivan numerosas palabras: cordial (que alegra al corazón), cardiaco, coraza (que protege el corazón), acuerdo, concordia (latir al mismo tiempo), cordura... y, por supuesto, recordar (volver a pasar una vivencia por el corazón). No hablemos de palabras (en ese campo semántico prodigioso) relacionadas porque no terminaríamos: latido, pulso, infarto, y beso y abrazo y...

La marca de productos potosinos que tengo registrada se llama Corazón Todito, por aquel verso de Acuarela Potosina: “Soy por Dios corazón todito”. Aunque algunos, incluso Jorge Negrete, la cantan como “corazón solito”, el ser “todito corazón se acerca más a la idea de amor, de generosidad. Además de corazon y cardio existe para el mismo órgano una bella palabra en náhuatl, yóllotl.

«De yóllotl se derivan numerosas palabras compuestas que dejan entrever una gama muy grande de significados. Estos son algunos ejemplos: yollo, tiene sentido abundancial, significa etimológicamente “rico de corazón” y vale tanto como “inteligente; agudo de ingenio”. Yolo-tica, “con corazón”, es decir con valor”. Yoliuhyaliztli, literalmente, “camino o salida del corazón”, se entiende como “albedrío, libertad”. Yo llocáyotl, es a la letra, “plenitud de corazón”, “inteligencia”.»

Miguel León Portilla: Algo ya publiqué en mi blog de lo que hoy comparto. Se trata de un texto leído por León Portilla con motivo de los 60 años de la fundación del Instituto Nacional de Cardiología.

«De los muchos compuestos con yollo, escojo algunos que dejan ver su enorme riqueza semántica: Yolo-matiliztli, literalmente “conocimiento con el corazón”, o sea “prudencia, cordura”. Yolo-quixtia, “sacar el corazón o meollo de algo”, desentrañar un significado. Yol-nonotza, “llamar al corazón”, “meditar”. Yol-teotl, “dios en el corazón”, bello compuesto que denota la idea de “pintor y escribano”. Yollo-tlacaquini, “el que escucha al corazón”, “hábil, experto”.»

Por esas coincidencias que hacen a la vida y al lenguaje más amenos (o terribles), la palabra Yóllotl se parece mucho a Xóllotl, que significa “animal”, de la que vienen axolote (monstruo) y xoloizcuintle (perro). Xóllotl era el dios encargado de guiar a las almas al inframundo, algo así como una versión del barquero griego Caronte. Podemos imaginar así a los opuestos, Yóllotl y Xóllotl, encarnaciones de lo que los psiconalistas llamarían “pulsiones de vida y muerte”.

Te seguiré escribiendo, enloquecido. Le hablo a ella. Y también a ti, como a ella, te seguiré escribiendo; sí, a ti, “hipócrita lector(a), mi semejante, ¡mi hermano(a)!” Que personas sin víscera cardiaca no nos decorazonen. Es una semana que como otras podemos aprovechar para latir, para que la sangre fluya. Palpitar, sístole y diástole, mientras podamos.

Posdata 1: Esta semana subiremos algunos textos de los habitantes del taller de Iniciación a la Escritura del Centro de las Artes Centenario de San Luis Potosí al blog https://talleriniciacionalaescrituraceart.blogspot.com/. Interesantes ejercicios poéticos y narrativos a propósito del 14 de febrero.

Posdata 2: El 28 de febrero se presenta Óbolo para Caronte, plaquette de este columnista, en la Casa del Poeta Ramón López Velarde, con los comentarios del autor y del poeta Alfonso Badillo. Los esperamos. Aún pueden puedir su ejemplar impreso o electrónico o esperarse a ese día, en el que espero nos veamos.

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