logo pulso
PSL Logo

Familia y escuela Capítulo 206: ¿Único e irrepetible?

Por Gustavo Ibarra Hurtado

Marzo 20, 2024 03:00 a.m.

A

Desde hace mucho tiempo, mediante diversas visiones filosóficas, culturales, religiosas, biológicas y educativas, se ha venido asegurando que el ser humano es un ente único e irrepetible; no obstante que pertenezca a la misma raza, cultura, país o pueblo, aún así, cada persona es diferente a otra.

Dentro de cada familia, aún cuando sus integrantes parten de haber sido creados por los mismos padres y éstos por sus progenitores, con todos los rasgos genéticos y características físicas heredadas; no obstante, todos y cada uno de sus miembros desarrollan características que los hacen distintos.

Dichas diferencias parten desde aquellas que los distinguen físiológicamente con los biométricos que otorgan la originalidad a cada uno; de hecho, éstos son usados como medio de autentificación y acreditación personal para aspectos administrativos y legales.

Por otra parte, paralelamente al crecimiento y desarrollo fisiológico, se van generando paulatinamente en cada uno de nosotros, las características propias de la personalidad, las cuales se van reflejando en la forma de ser y actuar, el cultivo y uso de habilidades y valores, toma de decisiones y elección de rumbos a seguir en la vida; gustos y aficiones, preferencias sexuales, políticas, religiosas, de recreación y un sinnumero de características más que, dan cuenta de nuestra singularidad.

De hecho, el término “individuo” es muestra inequívoca de estas diferencias que nos caracterizan, enunciado como: “características individuales”, descrito en diferentes glosarios como: “…individuo considerado como singularidad irrepetible que se diferencia de los otros por sus actos, pensamientos, sensaciones, experiencias y representaciones…”

Es un hecho, desde el vientre de nuestra madre y saliendo de él, comenzamos la conformación de nuestra individualidad y diferencia con los demás; ya la sabiduría popular afirmaba: “…los hijos son como los dedos de la mano, todos son diferentes…”.

Si es verdad que todos somos seres diferentes, únicos e irrepetibles, ¿por qué la formación y educación que fomentamos y recibimos, insiste en negarlo?

En muchas familias todavía no se han dado cuenta que cada uno de sus integrantes son diferentes y se les educa, cual máquina programable, para que actúen, hablen y tengan las mismas acciones y respuestas; incluidas características tan determinantes como conductas, preferencias, gustos y aficiones, actividad profesional y hasta el tipo de pareja, todas ellas iguales a las que se les fueron inculcando o hasta obligando, coronando con episodios comparativos entre hermanos u otros miembros del grupo.

Desde luego que esta forma educativa familiar se refuerza con la premisa de que así han sido educados por generaciones, además de tener la iniciativa de no causarles mal y por el contrario, es lo mejor para ellos y su beneficio.

Por su parte, la educación formal, esa que se lleva a cabo mediante programas de estudio oficiales en planteles escolares, se caracteriza por unificar todos sus componentes, cual fábrica de objetos inanimados e idénticos; directivos, profesores y alumnos, enseñando y aprendiendo lo mismo, a la misma hora y de la misma manera; con controles de “calidad” distribuidos en cada material y aula, con personal “especializado” en revisar todo el proceso de producción en masa, verificando que en la programación del docente no falte o le sobre una coma y que no se pase un segundo de la secuencia establecida en el programa, so pena de amonestaciones y notas negativas.

Cada maestro es distinto uno de otro; el hecho de convertir a cada docente en un simple reproductor e informador de contenidos, apegado fielmente a un guión preestablecido, sería tanto como negar su originalidad y suprimir toda su personalidad y creatividad, la cual, dicho sea de paso, cuando esos mentores se permiten “ser”, es decir, se permiten liberarse y mostrar todas sus habilidades únicas e irrepetibles, el escenario que ocupan se transforma en el lugar idóneo y fantástico de quien muestra su verdadera calidad humana en la educación.

Cada alumno es diferente, con distintas costumbres y orígenes; con formas, ritmos y lógicas de comprensión propias; pero al llegar a las escuelas, se enfrentan a escenarios restrictivos en donde se les niega la libertad de ser ellos mismos, de opinar y proponer ideas, de buscar opciones para el desarrollo de proyectos o formas de llevar a cabo los propuestos por el profesor; se les indica qué y cómo deben de actuar, abordar un tema o adquirir un conocimiento, reducidos a simplemente seguir fielmente las instrucciones otorgadas; se les niega el desarrollo de cualidades humanas como la curiosidad, el cuestionar, criticar o emitir juicios y opiniones; es decir, estan sometidos a medidas de control que unifican todas sus acciones.

Por si fuera poco, si alguno de ellos no cumple con ese proceso que borra su individualidad y no actúa conforme a las reglas sin obtener los resultados previstos, es simplemente echado del aula y hasta del plantel escolar, cual fábrica que desecha la materia prima inservible.

Para las familias, las escuelas y en general en todo espacio social en donde se educa y forma a los individuos, bien se puede afirmar que se premia la homogeneidad y se castiga la diferencia; entonces, ¿en dónde quedó la característica humana de ser original, único e irrepetible?

Comentarios: gibarra@uaslp.mx