Fuera de lugar

Pasé muchos años sin entender en qué consistía el fuera de lugar. Veía las escenas y no. Pero si es facilísimo, me decían, y nada. No tiene mucho que lo vi clarito, como debe ser. Poco a poco he avanzado en el disfrute de un deporte que emociona a medio mundo, o más, e incluso he participado en la edición de dos libros: Azul y oro, éxitos y fracasos del futbol potosino, de Antonio Loría de Regil, y Las enseñanzas del futbol, de Tomás Calvillo Unna.

Ya empezó la Copa Mundial, con Vladimir Putin en el palco de honor, y con ella emociones, ganancias y distracciones. Hasta se adelantó el tercer debate presidencial, todo sea por las audiencias. Y sí, empezamos con un show de Robbie William, la goliza de Rusia a Arabia Saudita, el golazo de Cristiano y el penal fallido de Messi. Hoy juega México con Alemania, mientras celebramos el día del padre.

No estar al tanto del Mundial de Futbol es estar fuera de lugar en casi cualquier conversación. Los países se paralizan. Queremos que nuestro equipo gane, como si en ello nos fuera la vida (pasión extrapolada a la política, a pesar de los autogoles). Si el propio queda eliminado, encaminamos nuestra esperanza al país de al lado, al del continente.

Leonel Messi falla un tiro directo, un penal, y lo falla. Para unos (pocos) es motivo de decepción, otros aprecian lo valioso del portero y unos más se justifican: si Messi falló todos podemos fallar. En nuestro país las rondas de penales son temidas, por el “achique” de los jugadores. Pero como escribió Tomás Calvillo en el Libro mencionado al principio de esta columna:

“En ocasiones me enojaba y es lo peor que le puede pasar a un jugador. Confundía el sentir con el desear y eso hacía que gritara, que peleara incluso con los propios compañeros y que terminara haciéndome expulsar. El desear nos confunde, nos separa de la realidad, nos hace perder el ritmo y nos aísla de los demás.

Nos precipita en el toque, nos hace fallar hasta los penaltis, nos hace juzgar una y otra vez. El sentir es distinto, el sentir nos hace reconocer el juego, su presente, su realidad, nos permite conectarnos bien y entender mejor los movimientos de los demás jugadores, nos hace entender y aceptar… Es muy importante reconocer esas diferencias, de ello depende que el futbol sea un deporte lleno de arte que uno goce y no lo sufra…”

En la cancha las distancias se vuelven como las que recorrían los personajes de la caricatura Los supercampeones y noventa minutos es mucho tiempo para rendir al cien. Y los tiros a gol… por algo Peter Handke tituló uno de sus libros El miedo del portero ante el penalti. Hace tiempo se publicó en La Jornada una entrevista a Greg Wood, sicólogo de la Universidad de Exeter, Gran Bretaña, quien dijo sobre los penaltis fallados:

“Estamos naturalmente condicionados para centrarnos en cosas de nuestro entorno que encontramos amenazantes, y en una competición por penales lo único que pone en duda el éxito de la pegada es el arquero, por eso tendemos a concentrarnos en él y en sus movimientos. En cambio, deberíamos mirar sólo hacia donde vamos a patear la pelota e ignorar al guardameta”.

Hay jugadas memorables, emociones de esas que se quedan con uno mientras el cerebro funciona. Escribió el también potosino David Ojeda:

“Es el 22 de junio de 1986. Transcurre el mediodía, y en un estadio de México, un hombre llamado Diego […] tras recibir el balón algunos diez metros atrás de la media cancha, cerca de la banda derecha del ataque de su equipo, corre con el esférico pegado a los pies; así burla a uno, rebasa a otro y se cuela entre dos rivales más hasta penetrar en el área chica inglesa, donde aún le quedan gracia y equilibrio como para burlar la salida del portero, anotando lo que muchos calificarán como ‘el gol del siglo’. En ese momento el jugador argentino entiende haber alcanzado la inmortalidad y siente el sabor de la gloria: un dulce que lo embriaga y habrá de ensimismarlo para siempre”.

Lo que no se vale es el uso político y económico del deporte, mientras en cultura, arte y ciencia poco se invierte (en el debate presidencial se trató el tema de ciencia y tecnología, al menos, pero sigue sin hablarse de arte y cultura). A disfrutar el Mundial, sí, pero ni negocio ni fanatismo se valen; lo que cuenta es el goce. Ya hemos citado aquí a Guy Debord, para quien el espectáculo “es la pesadilla de la sociedad moderna encadenada que no expresa finalmente más que su deseo de dormir. El espectáculo es el guardián de este sueño”.

No se destacó lo suficiente el tercer lugar internacional de la rarámuri María Lorena Ramírez (ganadora de varias competencias en México e inspiración del video “Movimiento” de Jorge Drexler) en el ultramaratón europeo, donde en huaraches y con vestimenta tradicional recorrió ciento dos kilómetros. ¿Cuántos atletas y artistas batallan para conseguir para el pasaje e ir a representar al país?

Los presupuestos tienen intereses, y no solo de los económicos.
Y bueno, yo era el clásico nerd de la escuela, desde la primaria. Hoy recuerdo que cuando me animaba a jugar en la secundaria a veces me dejaban el balón a unos pasos de la portería. Metía el gol y mis amigos me apoyaban.

Veré el partido y me alegraré si gana la Selección Mexicana, pero si Dios es redondo reconozco que su fe es un don con el que no me obsequió. En todo caso a veces le rezo aunque me parece un dios menor. (Aunque sea dos a cero, ándale…)

Posdata 1: con esta son 99 publicaciones de Crimentales como columna en Pulso. La próxima semana, quizá hagamos una celebración. ¿Alguna idea?

Posdata 2: pedí en Twitter sus propuestas en materia de arte y cultura a los candidatos a la alcaldía capitalina. Si responden o no, seguiremos informando. Hace falta mucha discusión sobre este tema. Hace tiempo que nadie dice nada.

Web: http://alexandroroque.blogspot.mx
Twitter: @corazontodito