Las cicatrices

“Las marcas que dejan
los humanos son con demasiada frecuencia cicatrices.”
John Green

El Tren Maya cuenta ya con el permiso de la Madre Tierra. El presidente la consultó este 16 de diciembre y la Madre Tierra, supongo, se lo otorgó. digo supongo porque el permiso no se ha divulgado.
Tampoco se ha exhibido el manifiesto de impacto ambiental, ni el plan de factibilidad económica, ni el proyecto ejecutivo. Al presidente López Obrador no le importa. El proyecto lo había decidido antes; solo faltaba el permiso de la Madre Tierra.
El presupuesto para el 2019 tiene ya al Tren Maya en el primer lugar de los “proyectos prioritarios del sector central” con un monto de 6 mil millones de pesos. Esta cantidad es, por supuesto, un adelanto. Los funcionarios del nuevo gobierno han hablado de un costo total de alrededor de 150 mil millones de pesos, aunque los especialistas dudan que se pueda construir un tren de 1,500 kilómetros en una zona tropical selvática por solo 100 millones de pesos por kilómetro.
La realidad es que no conocemos el costo porque no tenemos estudios del proyecto. El presidente afirma que no será muy caro porque la mayor parte del derecho de vía ya existe. Quizá, pero para estar seguros es importante realizar un proyecto ejecutivo que considere todos los detalles y resuelva problemas por adelantado. ¿Se puede construir un tren sin un proyecto ejecutivo previo? De que se puede, se puede, me canso ganso, pero con resultados negativos y costosos. La Línea 12 del Metro, por ejemplo, se hizo sin proyecto ejecutivo, pero esto explica en buena medida sus sobrecostos y problemas.
El presidente sabe que el proyecto es muy grande como para que lo pague por sí solo un gobierno que se precia de austeridad. Ha hecho un llamado, por lo tanto, a los empresarios para que participen con inversiones y les ha prometido subvenciones.
Sin embargo, no será fácil que las empresas privadas participen. Para empezar, la cancelación unilateral del Nuevo Aeropuerto Internacional de México ha generado una enorme desconfianza sobre los proyectos de obra de este gobierno. Por otra parte, si bien los ferrocarriles de carga pueden ser rentables, los de pasajeros suelen registrar pérdidas importantes. La única forma en que los empresarios privados podrían invertir en el Tren Maya es si los subsidios gubernamentales son enormes, pero esto iría en contra de la filosofía de un gobierno que ha prometido ser austero y usar el dinero público para ayudar a los pobres y no a los empresarios.
¿Provocará el Tren Maya un desastre ecológico? Toda obra humana tiene consecuencias ecológicas, pero mientras no se permitan asentamientos irregulares a lo largo de la vía, como ha ocurrido en otros lugares, los daños serán relativamente menores. La única manera de saberlo a ciencia cierta, sin embargo, es preparar ese manifiesto ambiental que se hizo en Texcoco y que no aparece en este nuevo proyecto. ¿Generará el tren una gran prosperidad? No lo creo. El Chihuahua-Pacífico, Chepe, no lo ha hecho en la sierra Tarahumara. Más útil sería abrir caminos, lo cual sería mucho más barato y permitiría una mayor conectividad, pero el presidente prefiere jugar con un trenecito.
No se puede juzgar el proyecto sin el manifiesto de impacto ambiental, un estudio de factibilidad y un proyecto ejecutivo. No basta con consultar a la Madre Tierra. El país está entrando a ciegas a una obra que puede ser muy cara y convertirse en uno más de esos elefantes blancos que han dejado cicatrices en el territorio nacional.

Un acierto
La nueva embajadora de México en Washington, Martha Bárcena, pertenece al servicio exterior mexicano y es muy respetada. Durante demasiado tiempo nuestros gobiernos han nombrado a políticos inexpertos en las principales embajadas. Bárcena es un acierto por su capacidad y trayectoria.