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Ciudad de México.- El primer estudio individual e integral del Chilam Balam Tekax, un texto anónimo que data de 1833 redactado en lengua maya yucateca con caracteres latinos, fue publicado por la investigadora adscrita a la Dirección de Etnohistoria del INAH, María de Guadalupe Suárez Castro.
De acuerdo con la historiografía, los denominados como Chilam Balam son textos de tipo profético escritos en distintas comunidades de Yucatán desde la época prehispánica hasta el siglo XIX, resguardados en la colección de códices de la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia.
Aunque siempre se había trabajado a la par del Chilam Balam Nah o Na, escrito posteriormente, la investigadora recuperó la historia y de este documento. Mismo que contiene un santoral, un calendario solar y lunar, predicciones astrológicas conforme a los signos del zodiaco y los planetas, así como remedios herbolarios.
Su redacción estuvo a cargo de escribanos mayas que tenían acceso a textos de procedencia europea que se localizan en las iglesias, en las bibliotecas de los conventos franciscanos e incluso en el Hospital de San Juan de Dios, en Mérida.
“Los autores eran individuos que formaban parte del sistema de cargos religiosos de la comunidad, y probablemente se desempeñaron como maestros de doctrina, sacristanes, cantores o notarios”, expuso Suárez Castro.
De acuerdo con la historiografía, los denominados como Chilam Balam son textos de tipo profético escritos en distintas comunidades de Yucatán desde la época prehispánica hasta el siglo XIX, resguardados en la colección de códices de la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia.
Aunque siempre se había trabajado a la par del Chilam Balam Nah o Na, escrito posteriormente, la investigadora recuperó la historia y de este documento. Mismo que contiene un santoral, un calendario solar y lunar, predicciones astrológicas conforme a los signos del zodiaco y los planetas, así como remedios herbolarios.
Su redacción estuvo a cargo de escribanos mayas que tenían acceso a textos de procedencia europea que se localizan en las iglesias, en las bibliotecas de los conventos franciscanos e incluso en el Hospital de San Juan de Dios, en Mérida.
“Los autores eran individuos que formaban parte del sistema de cargos religiosos de la comunidad, y probablemente se desempeñaron como maestros de doctrina, sacristanes, cantores o notarios”, expuso Suárez Castro.