logo pulso
PSL Logo

“DE CÓMO NO IR A LENINGRADO”

Por Redacción

Agosto 29, 2023 03:00 a.m.

A

Lo intenté, sabía que podía ser arriesgado por el estado de guerra que padecemos en el mundo con el conflicto entre Rusia y Ucrania. Solicité la visa, me fue otorgada. Salté a ese límite entre occidente y oriente, quedándome en la orilla de las emociones por estar en una de las ciudades más literarias y míticas del mundo: Leningrado, y desde 1991, San Petersburgo.

      Puertos cerrados, vías del tren bloqueadas, cielos enojados, no hay renta de autos para atravesar la frontera de Finlandia a Rusia, y al parecer, todo lo que “apeste” a Occidente es un rotundo no y rechazo de parte del gobierno ruso.

     Algunos fineses y otros pocos rusos que habitan lo que también fue conocido como Stalingrado me confirmaron que viajar hasta ahí y visitar no sería un problema, que la ciudad estaba tranquila y que mi papel de turista me protegería de alguna inspección rigurosa.

      Tenía el itinerario artístico y cultural hecho: la emocionante visita el Museo Hermitage, incluyendo el Palacio de Invierno. Los paisajes de la imaginación de Tolstoi, el departamento de Dostoievski, que es mi inamovible “top” de escritores; la casa – museo de Anna Ajmátova que me recomendó el escritor y traductor Jorge Ferrer y que era imprescindible después de leer el último libro de Alberto Ruy Sánchez, “El expediente Anna Ajmátova”.

      Me contactaron con la persona responsable del Museo de Trotski para hacer un video guiado para mi trabajo.

     También, es menos visitado, pero no menos importante, el apartamento donde vivió – al menos de niño – Nabokov -.

      Ya me imaginaba caminar por esos canales que se narran en los libros de historia, acudir a la residencia donde pasaban los zares el verano, en Peterhof y donde llevaba a cabo grandes celebraciones Pedro I y todo lo que no se habrá vivido ahí frente al Golfo 

de Finlandia.

     Imaginen una tarde del mejor ballet y visitar los restaurantes temáticos - literarios que existen por la ciudad.

      Aunque solo fuera San Petersburgo y omitiera Moscú y otros lugares indispensables, el viaje me emocionaba, ya que, desde hace mucho tiempo, incluso cuando aún no estudiaba la maestría, quería irme dos años a estudiar exclusivamente literatura rusa, porque en una opinión, considero ese manantial de creaciones literarias aglutinan los sentimientos y emociones más entrañables que puede vivir la especie humana: el dolor, la injusticia, la opresión, la desigualdad, la miseria, el autoritarismo. Desde Pushkin, Gógol, Gorki, Tolstoi, Dostoievski, Ajmátova, Mijail Bulgákov, Boris Pasternak, hasta Guzel Yájina y Liudmila Ulítskaya que he leído recientemente, la literatura rusa me suspende el aliento, conmueve mi alma, cimbra mis células y neuronas, desordena mi espíritu.

    Tengo interés obsesivo por interpretar su mirada, esa que oscila entre oriente y occidente, lo que se cubre con el desierto de hielo. Quería asomarme a su hito universal, al referente político, social, geográfico y artístico que marca una escisión en la historia del mundo hasta nuestros días. Me quedé varada con la emoción en mis brazos y en la maleta. No hubo una forma segura de llegar a un lugar – evidentemente – peligroso para mis sueños literarios. 

       Sin embargo, puedo compartir con ustedes esta emoción y listado de razones y nombres por los que pudieran elegir una lectura de un escritor o autora rusa, desde el siglo XIX hasta nuestros días. 

     Por ahora no es el momento, pero mi deseo siempre estará abierto y atento para oler las palabras que han configurado una buena parte del mundo.