Realidad virtual

Realidad virtual

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Uno de los primeros pasos para tener una plena conciencia de nuestra vida y, por ende, de nuestra salud es reconocer uno de los mayores engaños de nuestra mente: la realidad virtual. Si bien estamos acostumbrados a hablar de la realidad virtual referida a elementos informáticos y cibernéticos, a nivel de la experiencia del día a día estamos inmersos en historias que nosotros mismos proyectamos y después creemos.

       Todos los días estamos construyendo pensamientos, pero en el momento en que creemos que aquello que estamos pensando es realidad, entonces le damos pie a una serie de actitudes erráticas que nos hunden en mayor aflicción. En los últimos años se ha promovido tener una vida con ‘menos pantallas’ incluso en la educación de los hijos, llevando a culpar a la televisión, el celular, Tablet o computadora del aspecto disperso de nuestra mente. Sin embargo, aunque quitáramos todas las pantallas externas, la matriz de toda la realidad virtual se seguiría presentando en nuestra mente. Es decir, en lugar de pelearnos con las pantallas externas, debemos notar la pantalla interna y soltar a esa mente discursiva que no presenta realidades concretas sino virtuales.

       Podemos identificar dos tipos de historias virtuales: la preocupación y la culpa. La primera se refiere a la proyección constante de miedos y deseos hacia los cuales generamos emociones tanto expansivas como contractivas alterando nuestra conciencia del ahora. En lugar de vivir conscientes del instante presente, empezamos a proyectar una vida ideal o una pesadilla, la cual nos aleja cada vez más de las personas con las cuales compartimos realmente nuestra vida. La otra historia se refiere al pasado, el cual idealizamos ya sea para anclarnos en la culpa o en la añoranza. Se dice que ‘no hay nostalgia mayor que extrañar algo que nunca existió’, lo cual resume esta tendencia de crear historias para después creerlas como verdaderas.

       La invitación es notar cuando estamos inmersos en la realidad virtual del pensamiento para después hacer una pausa y responder a lo que realmente estamos experimentando. Podemos empezar a practicar al responder: ¿qué es más real, la preocupación o mi respiración?