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El Congreso del Estado y el Ejecutivo estarán (o deberían estar) ya pensando en qué hacer con el presupuesto para el año entrante.
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Va a ser un reto enorme, a causa, desde luego, por el COVID-19. Lo más probable es que los gastos se disparen en casi todos los sentidos, especialmente en el Sector Salud.
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Y también es casi una certeza que los ingresos no crecerán e incluso que podrían reducirse. Para empeorar las cosas, Andrés Manuel López Obrador ya cortó las esperanzas de realizar cambios al diseño del presupuesto en favor de los estados.
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En el ámbito local no pintan mejor las cosas. Queda la alternativa de la contención del gasto.
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Resultaría irónico que la perenne promesa de las autoridades de actuar con austeridad se concrete no por voluntad gubernamental, sino por la necesidad y la obligación que impone la pandemia.
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Entre los muchos desastres económicos que está dejando la pandemia, el que enfrenta el turismo es uno de los más graves.
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Durante años, se fue creando una infraestuctura turística que rivalizó con las más importantes del país: hoteles para todos los alcances, declaratorias de Pueblos Mágicos, la generación de atracciones para visitantes.
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Todo eso fue descarrilado por la pandemia y ahora, se están viendo los efectos.
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El año, hablando de la actividad turística, parece perdido totalmente. Las dos mejores épocas, la de Semana Santa y el verano, naufragaron, dejando cientos de cuartos de hoteles vacíos.
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Así las cosas, las autoridades de todos los niveles, junto con quienes hacen de esta actividad su negocio, deben estar ya ideando planes para rescatar a la actividad turística del agujero en el que está.
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Las relaciones entre el Ejecutivo y el Congreso del Estado se ubican quizá en su nivel más bajo en lo que va del sexenio, lo que se refleja en los ya varios rechazos a propuestas provenientes del Palacio de Gobierno.
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La restructuración de la deuda estatal y el rechazo a los nombramientos en el Consejo de la Judicatura y la Fiscalía Anticorrupción son evidencias de ese distanciamiento.
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Y, si no hay un arreglo, las divisiones podrían afectar otras situaciones delicadas, como la aprobación del presupuesto y otros nombramientos, como el de la presidencia de la CEDH, que se espera sea el año entrante.
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Es lamentable que cuando más se necesita unidad, el estado sufra ante la incapacidad de lograr acuerdos del Ejecutivo y la fidelidad a proyectos de partido y personales que priva en el Congreso.
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