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Han transcurrido ocho meses y seis días, desde que el presidente de la República asumió el cargo, y no se ven pies ni cabeza a una propuesta de gasto que mantenga activa la economía, principalmente, para casos donde los prestadores de servicios reemplazan acciones que para el gobierno es imposible desarrollar, principalmente porque el sector público lo menos que debe hacer es asumir el papel de empresario.
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Por años, los gobiernos, federal, estatales y municipales asumieron tareas de construcción y mantenimiento, con el desastroso resultado de actividades que nacieron ordenadas por una ley, y sucumbieron en medio de la burocracia y el nombramiento de servidores públicos a veces inexpertos, o en ocasiones, ensordecidos por la voracidad que los convirtió en los peores administradores del erario público.
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Para evitar que la burocracia pudiera tomar en sus manos una parte de las acciones de gobierno, el sector público legalizó la asignación de tareas a proveedores especializados de servicios o materiales. De ahí surgieron las empresas que apoyan en tareas de construcción o en actividades especializadas para las que el gobierno difícilmente capacitará a sus propios empleados o asumirá riesgos para cuya solución sí tiene capacidad una empresa.
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Es verdad que por medio de círculos de corrupción, los gobiernos han asignado directamente obras, servicios y hasta proveeduría que ha alcanzado niveles y espacios insospechados, desde oferentes de capacitación a empleados, hasta el desarrollo de obras inexistentes, o que en esos propios gastos, aparecen empresas sin registro fiscal como las beneficiarias de pagos multimillonarios, o hasta generosos sueldos a asesores inexistentes o sin resultados probados.
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Sin embargo, la sobreprotección del gasto también arroja resultados negativos, si en el círculo virtuoso de la requisición de servicios, el gobierno compra la actividad de los privados y con ello, aporta recursos para que a su vez las empresas generen empleos, y éstos a su vez muevan dinero que mantiene saludable la economía. Pretender que el gobierno haga todo y poco, es un error estratégico que de ninguna manera mejorará las condiciones del país, y expone a los desempleados y a los pobres con escaso criterio a ceder a la tentación de la dádiva del gobierno, o de jornadas de trabajo a tiempos forzados para obtener ingresos extras.
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Es verdad que los gobiernos, en tanto emanados de partidos políticos, necesitan de los pobres para ganar elecciones, pero tarde o temprano, el país paga el costo de una economía que pierde competitividad mundial, y queda condenado al fracaso social y al atraso económico de sus habitantes. Es correcta la apreciación de la Cámara Mexicana de la Industria de la Construcción, al advertir el subejercicio del Presupuesto de Egresos de la Federación. Se rompe el ciclo de la economía, si el gobierno por indecisión, porque guarda el dinero para no se sabe qué o porque pretende gastar más el siguiente año, estrangula el flujo de recursos.
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Un aspecto digno de reconocerse, al menos en San Luis Potosí, se refiere a que la mayoría de los contribuyentes paga puntualmente sus impuestos, derechos y aprovechamientos (multas). Incluso, la tendencia a regularizar a empleados en el Instituto Mexicano del Seguro Social, arroja datos de una cultura positiva, en la que patrones y áreas de recursos humanos dan de alta en el IMSS a aquellos empleados por los que alguna vez, sobre todo en pequeños negocios, pretendieron evadir el pago de ese derecho.
¡¡HASTA MAÑANA!!
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