Toluca, Estado de México.- No hay mal que dure cien años ni Infierno que no se apague, al menos para Santos, que jugó toda la Liguilla contra los pronósticos y que en esta Final también se impuso a los antecedentes para convertirse en el Campeón del Clausura 2018 al imponerse con Global de 3-2 al Toluca.
Virtuosamente pragmático, afortunado porque el rival careció de contundencia, y con una gran actuación de su portero Jonathan Orozco, el cuadro lagunero empató 1-1 en la Vuelta en el Nemesio Díez, testigo del drama en los últimos minutos porque el local se quedó a un gol de obligar al alargue.
Pero la tercera fue la vencida para Santos en ese escenario, donde perdió ante los Diablos las Finales del Verano 2000 y la infartante del Bicentenario 2010 en penales.
Pero esta vez, aunque en la recta final de la Fase Regular pareció caerse, Santos resucitó en Liguilla, en gran medida por los goles de Julio Furch, autor del único este domingo, así como de otro en la Ida y de dos más frente al América.
Si el delantero brilló en la Liguilla, el juego decisivo fue para Orozco, que al final del primer tiempo voló para desviar disparos de Rubens Sambueza y Antonio Ríos, y que luego achicó como Buffon al 58’ para impedir un gol de Alexis Canelo.
A pesar de que los Diablos apretaron desde el inicio y picotearon el área visitante, fue Santos quien tuvo la más clara desde la media hora de juego, con un cabezazo de Carlos Izquierdoz que pegó en el poste y luego cayó milagrosamente en las manos de Alfredo Talavera.
La salida de Pablo Barrientos por lesión en el primer tiempo descolocó al Toluca, que ni con la entrada de Ángel Reyna ganó claridad pero que en Gabriel Hauche encontró el empate a 10 minutos del final.
El argentino se encontró con un centro que peinó Ríos para empujar y desatar la locura en la Bombonera, dignísimo escenario por la euforia de la afición roja que llenó y coloreó de rojo todas sus gradas.
Sin embargo, Santos aguantó los embates finales e hizo valer su gran Liguilla, en la que ganó 4 de 6 partidos, a diferencia del cuadro escarlata, que solo venció en 1 de 6, para coronarse como visitante, en el estadio que solo hasta hoy el Toluca les pudo presumir como el del “dolor ajeno”.
Virtuosamente pragmático, afortunado porque el rival careció de contundencia, y con una gran actuación de su portero Jonathan Orozco, el cuadro lagunero empató 1-1 en la Vuelta en el Nemesio Díez, testigo del drama en los últimos minutos porque el local se quedó a un gol de obligar al alargue.
Pero la tercera fue la vencida para Santos en ese escenario, donde perdió ante los Diablos las Finales del Verano 2000 y la infartante del Bicentenario 2010 en penales.
Pero esta vez, aunque en la recta final de la Fase Regular pareció caerse, Santos resucitó en Liguilla, en gran medida por los goles de Julio Furch, autor del único este domingo, así como de otro en la Ida y de dos más frente al América.
Si el delantero brilló en la Liguilla, el juego decisivo fue para Orozco, que al final del primer tiempo voló para desviar disparos de Rubens Sambueza y Antonio Ríos, y que luego achicó como Buffon al 58’ para impedir un gol de Alexis Canelo.
A pesar de que los Diablos apretaron desde el inicio y picotearon el área visitante, fue Santos quien tuvo la más clara desde la media hora de juego, con un cabezazo de Carlos Izquierdoz que pegó en el poste y luego cayó milagrosamente en las manos de Alfredo Talavera.
La salida de Pablo Barrientos por lesión en el primer tiempo descolocó al Toluca, que ni con la entrada de Ángel Reyna ganó claridad pero que en Gabriel Hauche encontró el empate a 10 minutos del final.
El argentino se encontró con un centro que peinó Ríos para empujar y desatar la locura en la Bombonera, dignísimo escenario por la euforia de la afición roja que llenó y coloreó de rojo todas sus gradas.
Sin embargo, Santos aguantó los embates finales e hizo valer su gran Liguilla, en la que ganó 4 de 6 partidos, a diferencia del cuadro escarlata, que solo venció en 1 de 6, para coronarse como visitante, en el estadio que solo hasta hoy el Toluca les pudo presumir como el del “dolor ajeno”.