Un golpe casi deja sin vida a exjugador Leonardo Lino en el Estadio Azul

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Guillermo Leonardo Lino Velázquez, uno de los jugadores emblemáticos del futbol americano de México en la década de los sesenta, retrocede el tiempo de cuando vestía los colores de Potros Salvajes, el cual considera como su segundo hogar, porque pasó varios años y con él vivió momentos imborrables.

Dice que el futbol americano es su pasión, y pensar en cada juego y rival en donde dejó sudor por sus equipos es como recordar su historia, de cómo se brindó en cada encuentro desde la década de los sesenta, cuando vistió la casaca de Potros Salvajes hasta 1972, cuando fue seleccionado al Tazón Azteca.

“En 1961 comencé a jugar en la Universidad del Estado de México, me sentaron como novato; no jugué en esa temporada y me sentaron para aprender, pero me quedé porque el deporte te da deporte de mitigarte contigo mismo”, recuerda.

El también entrenador sostiene que su pasión ha sido el deporte, ya que practicó el atletismo y el baloncesto en su etapa juvenil, pero fue en el futbol americano que encontró la esencia del deporte, porque es una actividad que genera carácter y responsabilidad.

Cuando cursaba la preparatoria, Lino Velázquez se inclinó por el americano y fue Alberto “Chivo” Álvarez quien le dio la primera oportunidad para demostrar su talento como corredor, no sin antes vivir de cerca el aroma y el sudor de los jugadores en su etapa como utilero.

Estuvo en Pumas de la UNAM y finalmente en Cóndores, en donde culminó su carrera activa. Asegura que para llegar al futbol americano tuvo que pasar una serie de pruebas, las cuales, desde su punto de vista, han sido pruebas de vida, porque pudo ver su existencia de una manera particular.

A sus 75 años de edad, el exjugador y exentrenador se siente feliz por lo realizado en el deporte; ha dejado huella. Rechaza ser considerado un emblemático del deporte en el país, y cuando observa cada rincón del estadio Azul, el cual será demolido en breve, siente nostalgia; pero además recuerda que en este escenario estuvo a punto de perder la vida.

“Estuve tendido 20 minutos, no sabía si me iba a morir o no”, rememora Leonardo Lino, quien como una radiografía muestra los estragos de ese golpe que lo dejó tendido en la cancha del Azul, antes Ciudad de los Deportes. Mandíbula y dentadura reconstruidas. Una placa de titanio se deja asomar de su boca.

“Un juego con un equipo de uniforme azul de Monterrey, un jugador me dio un fuerte golpe mal habido que casi me mata. Ese golpe que me dieron me ha traído muchos problemas”, menciona.

Y agrega que además de “las cosas que tengo en la boca, he perdido el habla, no lo hago con fluidez, hay palabras que no puedo pronunciar y ahora que estoy más ruquito, se me olvidan algunas cosas”.

El excoach asistente de la Selección nacional (1984) menciona que a pesar de ese golpe, no dejó por nada el futbol americano, porque “ayuda a formar personas”.

Lino Velázquez asienta que su amor por el deporte lo ha tenido entretenido, ha recibido reconocimientos y eso es lo más valioso, “porque todo eso debe ser en vida. Hace como 10 años que me retire de la actividad de manera formal, donde te pagan una lana por trabajar. Estoy jubilado y hago de mi vida lo que quiero”.

Y refrenda que “nadie me obliga a hacer nada que no quiera, ni mi mujer, a la cual amo”.

Concluye que es una lástima que el Estadio Azul vaya a desaparecer para dar paso a un enorme centro comercial, eso dicen, ya que en su época como Estadio Olímpico de la Ciudad de los Deportes fue escenario de grandes batallas de futbol americano.

Fue inaugurado (1946) con un juego de futbol americano entre Pumas de la UNAM y los Aguiluchos del Heroico Colegio Militar. Y ahora cierra su historia con otro juego de este deporte: el llamado Tazón Azteca, que se jugó la víspera entre los equipos Raptors y Mexicas.