Comunidades de inmigrantes azotadas por coronavirus en Florida

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Comunidades de inmigrantes azotadas por coronavirus en Florida

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Cuando gran parte del mundo se estaba quedando en casa para combatir la diseminación del coronavirus, Elbin Sales Pérez continuó levantándose a las 4:30 de la mañana para trabajar como jardinero en un pueblo rural en Florida.

Ahora, un par de meses más tarde, cuando se levantan las restricciones impuestas por el estado y los residentes comienzan a salir de sus encierros, el inmigrante guatemalteco está enfermo y asilado en casa con su esposa y sus hijos en Immokalee, un pueblo empobrecido atrapado en uno de los incrementos más pronunciados de casos de COVID -19 en el estado.

"Teníamos que trabajar. Si no, ¿quién lo hace?", dijo Sales Pérez, de 31 años, que apuntó que su trabajo fue considerado esencial. "Teníamos que batallar cada día mientras acechaba el virus, hasta que lo contrajimos".

Immokalee es una de varias comunidades de inmigrantes en Florida — y de numerosas zonas rurales en Estados Unidos — que han sufrido recientemente brotes de coronavirus. Inicialmente se pensó que esas comunidades no sufrirían un impacto mayor por tratarse de poblaciones remotas y pequeñas, pero ahora han registrado un alza de infecciones, y cuentan con menos recursos para lidiar con la situación.

En Florida, la tasa per cápita de casos nuevos de COVID-19 es la 31ra en el país, de acuerdo con datos compilados por la Universidad Johns Hopkins. Pero el estado registra un alza en nuevos casos de COVID-19 desde que comenzó a levantar gradualmente las restricciones a negocios y movimientos el mes pasado, especialmente en la última semana, El incremento pudiera deberse en parte a la expansión de las pruebas. Aún así, el alza ha sido pronunciada en algunas comunidades, como Immokalee.

El apartado pueblo de 25.000 habitantes al norte del área de los Everglades ha reportado más de 1.000 casos, superando en semanas recientes la tasa de infecciones de Orlando, que tiene una población 10 veces mayor y un aeropuerto internacional. El número total de casos en Immokalee ha superado al de Miami Beach, con más de 900, y St. Petersburg, que tiene más de 800, de acuerdo con estadísticas del departamento de salud del estado.

Mientras tanto, el porcentaje de pruebas que han dado positivo en el condado Collier, donde está Immokalee, es el mayor en el estado entre los condados que han realizado más de 5.000 pruebas.

Sales Pérez conoce a muchas personas que se han enfermado en este pueblo rural conocido por sus cultivos de tomates. Un amigo cercano se enfermó, el hermano del amigo fue hospitalizado y un primo de los dos hermanos murió a causa de la enfermedad.

También han estallado brotes en otros pueblos pobres y comunidades de inmigrantes en zonas rurales de Florida, tales como Indiantown, una comunidad pequeña con una numerosa población de inmigrantes guatemaltecos y mexicanos al noroeste de West Palm Beach, y Belle Glade, un pueblo predominantemente negro al sur del lago Okeechobee.

Los esfuerzos para ampliar las pruebas locales más extendidas en Immokalee comenzaron apenas a inicios de mayo, cuando las autoridades empezaron a a levantar gradualmente las restricciones para reabrir la economía. Laa Coalición de Trabajadores de Immokalee, una organización sin fines de lucro, había solicitado las pruebas en marzo, al mismo tiempo en que las autoridades del estado habían lanzado pruebas masivas en otras partes.

Al no recibir respuesta del estado, la coalición se puso en contacto con el grupo internacional Médicos Sin Fronteras, que envió un equipo de respuesta al COVID-19 en abril. Los miembros del equipo encontraron que los trabajadores agrarios estaban viajando en buses atestados y no tenían acceso fácil a pruebas. Algunos viajaron 45 minutos para someterse a pruebas en Fort Myers y Naples.

 "Están en áreas de gran volumen en casas móviles con numerosas personas y eso las coloca en mayor riesgo de diseminar la enfermedad fácilmente", dijo el doctor Adi Nadimpalli, que coordinó el arribo del grupo en Florida.

El doctor Seth Holmes, un médico y antropólogo en la Universidad de California en Berkeley que trabaja como voluntario con el grupo, dijo que fue evidente desde mayo que el virus se estaba "diseminando como un incendio forestal". Había una carencia de rastreo de contactos — la identificación de las personas que han estado en contacto con una persona infectada — y condiciones de hacinamiento que estaban contribuyendo a la diseminación, dijo.

Holmes criticó al estado por no iniciar antes las pruebas masivas y por la forma en que finalmente comenzaron: Apuntó que vehículos con luces intermitentes estaban estacionados delante del primer sitio de pruebas, asustando a algunos jornaleros que no tienen permiso legal para estar en el país.

Como parte de sus trabajos en la comunidad, Médicos Sin Fronteras instaló clínicas móviles en las noches y fines de semana y llamó a miembros del equipo que hablaban español y criollo haitiano. Kristine Hollingsworth, una vocera del Departamento de Salud del estado en el condado Collier, dijo que en la última semana el estado ha contratado a personas de la comunidad para ayudarlos en sus esfuerzos y ha estado haciendo anuncios de servicios públicos usando altavoces, con mensajes en español, criollo y mam, un idioma maya ancestral.

El lunes, había señales de progresos: en las oficinas del departamento de salud en el pueblo, camioneros dejaron a grupos de jornaleros y trabajadores de construcción que siguieron un sendero marcado por cinta amarilla para someterse a pruebas del virus. Otros esperaron afuera para recibir los certificados de sus resultados positivos, para poder enseñárselos a sus jefes y pedir licencia médica.

Esta semana, las autoridades de salud expandieron sus pruebas de fines de semana a días de semana tras ver a centenares de personas en fila en el calor de Florida dos domingos consecutivos.

 Flora García, de 38 años, llevó a sus tres hijos tras enterarse de que su esposo, un techador, dio positivo.

"Nos preocupamos, porque sabíamos que muchas personas se están enfermando", dijo, mientras tomaba la mano de su hijita de cuatro años. "Me preocupo sobre todo por ella porque es pequeña y no sé como protegerla de esto".