La única muerte es el olvido

La única muerte es el olvido

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Hace 28 años falleció una de las figuras pioneras de la ciencia en San Luis Potosí, el doctor en física Francisco Mejía Lira. Ernest Hemingway dijo que todos los hombres viven y mueren, lo que les distingue es cómo viven y cómo mueren. Francisco murió a sus 44 años de edad y si bien la muerte de un joven siempre es dura y conmueve en lo más hondo, esto es particularmente cierto en el caso de Mejía Lira, pues por breve que fue su tiempo con nosotros la forma en que vivió aun hace eco. Su juventud tuvo tal brillo que aun pensarle nos ilumina el rostro.

Francisco fue ante todo un apasionado de la ciencia. Obtuvo el grado de Físico en la escuela de Física de Universidad Autónoma de San Luis Potosí, sus estudios de posgrado, maestría y doctorado los llevó a cabo en el Departamento de Física del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional. Fue además miembro del Sistema Nacional de Investigadores y miembro asociado del Centro Internacional de Física Teórica en Trieste, Italia. Realizó investigaciones en la aleación de los sólidos, estructura electromagnética y geométrica de cuasi metales además de haber recibido el apoyo del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de Francia para llevar a cabo un estudio teórico de las propiedades magnéticas de los sólidos, aunado a esto fundó la hemeroteca de microfilms y microfichas en el Instituto de Física de la UASLP.

Autor de numerosas publicaciones científicas entre las que destaca el libro “El encanto de las superficies” publicado en coautoría con el Dr. José Luis Moran López por el Fondo de Cultura Económica en su colección La Ciencia desde México. En dicho libro hace gala de su elevado intelecto que no se cernía únicamente sobre las ciencias exactas, su vasta cultura se evidencia al enriquecer el texto con citas literarias que amenizan su lectura.

Tras su súbita muerte, el 19 de septiembre de 1991, se instauró en su memoria el premio de investigación que lleva su nombre otorgado por la Sociedad Mexicana de Ciencia de Superficies y Vacío que se concede anualmente a las contribuciones más importantes de los miembros de dicha sociedad, asimismo la Facultad de Ciencias de la UASLP nombró a su auditorio principal en su memoria. En su libro ‘Tísica al Amanecer” el físico, docente e investigador Candelario Pérez Rosales elogió a Francisco como uno de los pioneros de la ciencia en el estado escribiendo: “con su mente privilegiada se abrió camino por los complicados laberintos de la investigación científica, hasta alcanzar los más altos niveles de la intelectualidad, después de su trágico fallecimiento sus colegas acudieron de todos los rumbos, de lugares próximos y lejanos, para rendirle un sentido reconocimiento a su personalidad sin par”. Esta personalidad sin par no se limitaba a su intelecto el cual asomaba con su agudo sentido del humor, sino que también se expandía al sentido humano que se manifestaba en su gran generosidad y consideración del otro.

El premio Nobel Elias Canetti escribió alguna vez: “Demasiado poco se ha pensado sobre lo que realmente queda vivo de los muertos, disperso en los demás: y no se ha inventado ningún método para alimentar esos restos dispersos y mantenerlos con vida el mayor tiempo posible, para que el muerto, a su manera más tenue, siga viviendo, hay que darle movimiento. Uno casi desearía que cada uno de los amigos tuviera que representar su propia versión de él, y a partir de todas ellas este volvería a estar ahí”. El mejor homenaje que podemos hacer a nuestros muertos queridos, es hacer nuestras sus virtudes, porque los muertos se refugian en los vivos y la única muerte... es el olvido.

Lic. Raúl Vega Castellanos.