"Ya es mucho el tiempo que he estado aquí"
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Juana Alonzo Santizo contesta el teléfono desde una prisión estatal en Reynosa, Tamaulipas, en la que ha estado encerrada por más de seis años sin haber recibido una sentencia: "Ya estuvo bueno", dice en reiteradas ocasiones esta mujer indígena guatemalteca, con una voz cansada de innumerables injusticias.
Juanita, como la conocen sus seres queridos, salió de la comunidad de San Mateo Ixtatán por los mismos motivos que lo hacen miles de centroamericanos cada año: la violencia y la pobreza los orilla a buscar una mejor vida en el norte del continente.
Debido a su origen indígena, la guatemalteca no hablaba español y, por lo tanto, no entendía nada de lo que pasaba a su alrededor. Tampoco comprendió ni una palabra de lo que le dijeron policías municipales cuando ingresaron a la vivienda, luego de recibir un reporte de secuestro, y se la llevaron a la estación de policía a golpes y amenazas.
Una de las mujeres que se encontraba en la casa logró advertir a las autoridades su secuestro y acusó a Juanita de ser cómplice. El resto fue una cadena de irregularidades que hoy tienen a la joven a miles de kilómetros de sus amigos y familiares.
Cuando la llevaron ante el Ministerio Público, Juanita no tuvo acceso a ningún traductor, un abogado y tampoco recibió asistencia consular. Ella asegura que los agentes le dieron un documento y le pidieron firmarlo, pensando que la iban a poner en libertad, pero en realidad era una declaración donde se autoinculpaba:
"Ya estuvo, ya es mucho tiempo el que he estado aquí, van a ser siete años y yo estoy limpia, lo que quiero de las autoridades y del juez es que se haga justicia", comenta Juanita a EL UNIVERSAL.
Durante los últimos años Juanita ha sido acompañada por la Oficina de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.
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