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Cata de mezcales potosinos

Por Alfredo Oria

Agosto 04, 2023 03:00 a.m.

A

Hace unos días, en la Ciudad de México, ante un nutrido grupo de entusiastas y profesionales, celebramos una cata en donde se degustaron los mejores mezcales potosinos. El resultado no pudo ser mejor al obtenido.

En el bello jardín de una casa antigua de Estilo Francés, con sus tejas verde olivo, sus mansardas, molduras y balustres, ubicada en el corazón de la colonia Polanco, se llevó a cabo el evento. El jardín trasero, de esas joyas insospechadas que sólo puede uno imaginarse al ver la fachada, era de un gusto exquisito, pues el dueño de la propiedad tiene una gran afición por la floricultura, la jardinería y el paisajismo. Este elegante y preciosista espacio, por contraste escenográfico con el de una mezcalera (que tiene su propio encanto, pero es uno distinto), sirvió para resaltar de una manera fascinante los atributos de estas magnas obras de la tierra y la destilería potosinas. 

Fue una experiencia muy grata observar las reacciones de los asistentes, pues la sorpresa y el deleite se fueron acumulando de un mezcal a otro. La mayoría no había tenido oportunidad de probar alguno de estos destilados potosinos, por lo que calculo que no esperaban el nivel de calidad que encontraron en ellos. Uno de los aspectos de la cata que más me agradó, fue que el consenso sólo se estableció en cuanto a la buena aceptación de todos y cada uno de los mezcales, pero no en cuanto a cuál era el mejor. Esto me da mucho gusto, pues constata que tenemos en el Estado productos destacados a nivel nacional, cada uno con su estilo y sus virtudes, pero con una excelencia transversal. Lo que definió cuál le gustaba más a quién fue el gusto personal, no un tema cualitativo.

La cata, que se maridó a posteriori con queso fresco, cabuches, chicharrón aldilla, enchiladas potosinas, frijoles chinos y chocolates rellenos, fue abierta por el mezcal Cuentos Mexicanos, de Mexquitic, coqueto y mágico, como un diablillo embotellado. Seguimos con el Campanilla, también de Mexquitic, serio y austero, siempre lleva a la reflexión. Enseguida pasamos al Laguna Seca, de Charcas, pura tradición y franqueza, verdaderamente telúrico. Continuamos con los Júrame, joven y reposado, aromáticos y expansivos, suaves y adorables, siempre seductores. Finalmente cerramos la parte de cata evaluativa con el mezcal Patatús, complejo y potente, un tour de force con una capacidad evocativa magnífica.

Todos los mezcales mostraron su transparencia, su cuerpo, su limpieza; fueron hinchándose de notas frutales sobre florales, de sabores y aromas especiados sobre herbales sobre pizcas ahumadas y terrosas, finales y posgustos profundos y armónicos; cada uno con su sello y su personalidad bien defenidas, pero también exhibieron en conjunto un sello de tipicidad doble: el agave salmiana y su terruño.

Durante la degustación de platillos se volvió sobre estos maravillosos mezcales, con una conversación muy animada, más por la sorpresa de tantos aromas, sabores, sensaciones y emociones experimentados que por el efecto espirituoso: el mezcal, que se bebe a besitos y con calma, tiene un efecto similar al del vino: saca lo mejor de las personas que lo beben desde el respeto y la pausa, desde lo emotivo y la atención a los detalles, genera un ambiente de camaradería, de bienestar, los corazones se alegran, la mente se abre y los lazos humanos se estrechan.

La enhorabuena para los productores. Que dios bendiga, caro lector, al mezcal potosino.

@tusimposiarca

aloria23@yahoo.com