Celac: tiempo de definiciones

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La unidad regional está a prueba. Para nadie es sorpresa que —en los albores del 10º aniversario de su creación— la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) se encuentra en un momento crítico, pues la región muestra signos de fragmentación y la unidad se tambalea.

Sin embargo, no hay que perder de vista que la génesis de la Celac —hace casi dos lustros en las costas del Caribe mexicano— fue justamente para dotar de voz a una región heterogénea. No pecamos de ingenuidad al promover la unidad regional ni buscamos emular otros procesos de integración, pues somos conscientes que nuestra realidad nos obliga a avanzar paulatinamente.

La disyuntiva de la Celac al día de hoy es clara: o la dejamos caer en la irrelevancia o la rescatamos y procuramos avanzar en una unidad pragmática. La apuesta de México por la unidad es total. Por ello, en septiembre del 2019, los ministros de Exteriores de los países miembros acordaron por consenso que México ocuparía la Presidencia pro tempore durante 2020. Nuestro país cree sin titubeos que la región necesita actuar conjuntamente para enfrentar los retos comunes y por ello asumimos esta responsabilidad.

La Celac sigue siendo el único mecanismo regional de diálogo y concertación política que agrupa exclusivamente a los países de América Latina y el Caribe. Es también el único organismo multilateral que personifica la región entera y nos convierte en un solo interlocutor con nuestros socios extra regionales como la Unión Europea y China, entre otros.

El desafío es todo menos sencillo. Uno de nuestros propósitos es fomentar la unidad pragmática y rencauzar la plena normalización de la Celac. Empezamos el 8 de enero con la ceremonia de instalación de la Presidencia pro tempore mexicana que será encabezada por el presidente Andrés Manuel López Obrador, antecedida de una reunión de trabajo a nivel ministerial. Se trata del primer evento internacional de gran calado que auspiciará el presidente y el hecho de que sea con América Latina es muestra inequívoca de su convicción de mirar al sur.

Por otro lado, es de destacar el poder de convocatoria de la diplomacia mexicana que ha asegurado la participación de una veintena de ministros, varios viceministros y otros representantes de distintos niveles. Durante la reunión se buscará consensuar un plan de trabajo robusto y alineado a los objetivos y ambiciones regionales. México procurará guiar los trabajos identificando puntos de convergencia y por ello promueve un eje temático viable y de interés común, con proyectos específicos en materias de cooperación aeroespacial, gestión integral de riesgos por desastres, ciencia y tecnología para las sociedades y manejo sustentable de recursos oceánicos, entre otros.

La integración regional es un anhelo histórico y una legítima aspiración. Decía Bolívar que “la unidad de nuestros pueblos no es simple quimera de los hombres, sino inexorable decreto del destino”. Pero ni México ni ningún otro país pueden con esta tarea solos: se requiere la suma de todas las voluntades. La pregunta es: ¿será nuestra región capaz de ver más allá de los intereses inmediatos y unirnos por un bien común mayor? México apuesta por ello.

(Subsecretario para América Latina y el Caribe)