De trolls y bots

“En algún rincón oscurecido, un troll maligno llamado Karma se revolcaba en el suelo riendo histéricamente”. 

Belle Malory 

“Aquí la dejo”, declaró Beatriz Gutiérrez Müller, esposa del presidente López Obrador, al retirarse públicamente de Twitter. Lo hizo quejándose de los bots y de la empresa que maneja esta red social. No era la primera vez que lo hacía. El 14 de abril, en reacción a una queja de Tatiana Clouthier sobre la cantidad de “cuentas falsas o bots”, escribió: “Es verdad, es impresionante. Y un negocio redondo para @TwitterLatAm @TwitterSeguro porque, además, crece el nivel de violencia verbal sin que los responsables de dicha empresa se inmuten”. 

El presidente declaró sobre este tema el mismo 3 de mayo, día internacional de la libertad de prensa: “Se está comercializando la libertad de expresión. Se venden tiempos, espacios. Se incluye lo de las cuentas falsas, los bots, los robots. Desde luego, es preferible esos excesos [sic] a que no haya libertad, pero lo ideal sería que las empresas encargadas de la venta de esta publicidad actuaran con ética, que cuidarían que no existieran estas redes ficticias o implementadas con robots, con cuentas falsas para agredir a opositores”. 

Aclaremos la terminología. Los bots no son cuentas falsas, sino programas informáticos que se hacen pasar por humanos para multiplicar mensajes. Los trolls son usuarios que envían mensajes maliciosos o insultantes. Tanto el presidente como su esposa llaman bots a los trolls. Un caso aparte es el de los personajes públicos que mandan mensajes de odio y descalificación; las víctimas los consideran trolls, pero sus seguidores los ven como valientes defensores de causas políticas y de la libertad de expresión. 

No es Beatriz Müller la única persona que quiere que las empresas censuren los mensajes en redes sociales. De hecho, las empresas lo hacen, pero suelen generar más problemas de los que resuelven. 

En marzo Twitter suspendió a Alfredo Jalife-Rahme por sus insultos y ataques a distintos personajes del medio político e intelectual mexicano. El resultado fue una campaña que se viralizó en redes exigiendo su regreso a Twitter. Incluso el presidente López Obrador se refirió a él como “una muy buena persona” y dijo que consideraría la posibilidad de incorporarlo a su gobierno. Hoy Jalife tiene una nueva cuenta en Twitter. 

En Estados Unidos están los casos de Alex Jones, Paul Joseph Watson, Louis Farrakhan y James Woods, cuyas cuentas han sido suspendidas en Twitter, Facebook y otras redes. También ahí el presidente, Donald Trump, asumió su defensa y tuiteó: “Sigo monitoreando la censura de los CIUDADANOS ESTADOUNIDENSES en las plataformas de medios sociales. Estos son los Estados Unidos de América. y tenemos lo que se llama LIBERTAD DE EXPRESIÓN.” Y añadió: “¿Por qué se permite al @nytimes, @washingtonpost, @CNN, @MSNBC permanecer en Twitter & Facebook? Mucho de lo que hacen es ¡FAKE NEWS!”

Las redes sociales exhiben una gran intolerancia, pero quienes se quejan de las descalificaciones que reciben consideran naturales las que se dirigen a sus adversarios. La verdad es que los trolls hacen su trabajo con gran equidad. 

No es función ni de las empresas ni del gobierno censurar las redes. Los insultos son un síntoma y no el origen de la enfermedad. La intolerancia es lamentable y hay que cuestionarla, pero prohibirla es peligroso e imposible. No solo es difícil definirla, sino que la tecnología hace cada vez más difícil mantener el veto. Con demasiada frecuencia, por otra parte, la censura no hace más que elevar el perfil y la popularidad de los intolerantes. 

Amenazas

Una vez más las amenazas de Donald Trump a China han golpeado a los mercados internacionales. El presidente ya ha entendido que sus amenazas tienen consecuencias negativas para el mundo, pero que lo ayudan en lo político. 

Twitter: @SergioSarmiento