Si grazna como pato, vuela como pato, nada
como pato. Y hace cuá cuá, ¡es un pato!
Conseja popular
Cada vez con mayor claridad, el actual régimen encabezado por AMLO, muestra su verdadero rostro, su intención aviesa por oculta, pero real, de implantar en nuestro país, un régimen no solo populista, sino francamente comunista. No se le eligió para ello, nunca lo proclamó en su campaña. Está circulando en redes sociales un video en el que el actual sub secretario de Educación Pública, Luciano Concheiro, pronuncia un discurso asegurando que “para transformar a México se requiere implantar el sistema comunista, más allá de una transformación democrática del régimen político”. Lo anterior ocurrió durante un debate en el Colegio Nacional, en el que participaron diversos académicos y analistas como Diego Valadés, Daniela Spencer y Enrique Semo, entre otros, en un evento para conmemorar el centenario de la fundación del partido comunista mexicano.
El sub secretario afirmó que “los principios comunistas, permiten imaginar una sociedad utópica con la garantía de derechos y necesidades básicas cubiertas por el Estado rector. Añadiendo, “Debemos proponernos el comunismo como sociedad emancipada de toda explotación del ser humano y destrucción de la naturaleza”.
Me parece que una condición mínima para que la vida de un ser humano o de una sociedad en su conjunto, pueda ser satisfactoria y feliz, es la de vivir en un régimen de libertades y de respeto a la dignidad de cada persona, sin importar su condición social, económica o política, de raza, de religión o actividad laboral. Regímenes basados en los principios del republicanismo, de la División de Poderes y del pleno ESTADO DE DERECHO, son el mejor antídoto a la enfermiza concentración de poder, a los gobiernos de un solo hombre, a los caprichos de un líder mesiánico que se considera el único poseedor de la verdad, el que concentra los tres poderes republicanos en su sola persona, como por ejemplo, Stalin en la URSS, Castro en Cuba o Kim Jong-un en Norcorea, por citar solo algunos.
Por más que un régimen político se proclame como defensor de la Justicia y de la igualdad, la realidad ruda y dura es que cuando se concentra el poder en las manos de una sola persona, por más iluminada que esté, acaba sintiéndose el único poseedor de la verdad y el que impone su voluntad omnímoda a todo un pueblo. Y al final, la riqueza y el poder solo se acumulan en las manos del poderoso y de sus más allegados incondicionales, como ocurrió en todos esos regímenes, en los que los del poder, acumulaban mansiones, palacios, fincas campestres y cuentas de cheques abultadas en instituciones suizas, norteamericanas o pequeñas islas del Caribe en las que sus riquezas no pagan impuestos. (Muy parecidas por cierto a las de los políticos mexicanos corruptos).
La historia ha demostrado en los hechos, que los sistemas políticos basados en la ideología comunista, no funcionan, esclavizan más a los trabajadores, que bajo los regímenes llamados capitalistas o de libre empresa. No responden a las aspiraciones mínimas de los seres humanos. La desintegración de la Unión Soviética, la transformación gradual de la China comunista, son algunas de las evidencias de ello. Los países que aún viven inmersos en la ideología comunista, como por ejemplo Cuba y Corea del Norte, son la mejor comprobación práctica de que en esas sociedades, además de la falta de libertades, sus economías son precarias y sumergen a sus habitantes en las más severas restricciones en satisfactores materiales e intelectuales. Proclaman que la única verdad es la que impone el Estado.
La emigración reciente de más de 4 millones de venezolanos a los países vecinos, para escapar del hambre, la miseria y la falta de libertades del régimen del tirano Nicolás Maduro, son otra evidencia más de los muchos males que le causan a los seres humanos estos regímenes autoritarios y déspotas.
Los principales ideólogos del comunismo, Karl Marx y Friedrich Engels, que vivieron en el siglo XIX, no imaginaron en su tiempo, que los trabajadores del mundo habrían de lograr los altos niveles de vida y de libertades de que gozan en los países democráticos, mucho más alto que en los países comunistas. Por ejemplo, Europa, Japón, Sud Corea, o EUA. Bajo el emblema de acabar con la desigualdad, el comunismo acaba igualando, sí, igualando, a toda la sociedad, pero sumiéndola por parejo en la pobreza. He ahí Venezuela. He ahí Cuba. Países en los que su población, los que logran hacerlo, prefiere abandonar su país, con todas las penalidades que ello entraña, antes que quedarse a “disfrutar” del “paraíso comunista”.
Parece, nada más parece, que el jefe de Concheiro que es el secretario Esteban Moctezuma, en una forma un tanto tibia e inocua, ya desautorizó sus declaraciones, diciendo que “Las ideologías, en una institución como la SEP, no tienen cabida y es algo que no se puede dejar colgado en el armario, para salir con declaraciones, aunque sea dentro de un grupo íntimo de académicos o amigos”. Pero también es cierto que el jefe de todos ellos, López Obrador en sus 9 meses de gobierno, y en sus continuas declaraciones y sus cansadas y repetitivas “mañaneras”, dedica frases agresivas a todo lo que significa libertad de empresa, y utiliza a Carlos Slim, a Salinas Pliego y a Alfonso Romo, entre otros, como marionetas, para disfrazar sus verdaderas intenciones. La realidad, no nos engañemos, es que AMLO, aunque no lo haya reconocido de palabra, en los hechos busca llevar a México a ser otro gran fracaso del comunismo.
No lo permitamos.
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