Después de las elecciones
Una de las virtudes de la democracia consiste en la multiplicidad de sus posibilidades prácticas. Se trata de que la ciudadanía tenga el derecho, la habilidad y la oportunidad de participar en espacios y mecanismos que le permitan hacerse cargo de su propio bienestar.
Han pasado ya las elecciones. En todo el país, los tribunales electorales se encuentran resolviendo las distintas controversias presentadas sobre los resultados de las elecciones y en San Luis Potosí no ha sido la excepción. Los resultados adquieren firmeza jurídica y, por tanto, efectos políticos. En pocas semanas se instalarán los nuevos gobiernos municipales emanados de esta elección constitucional y de igual forma, se instalará también una nueva legislatura en nuestro estado. Lo mismo está por ocurrir en el ámbito federal con la renovación del Congreso de la Unión y la próxima toma de protesta de la Presidenta Sheinbaum.
Hay quienes suelen pensar que la victoria electoral es el desenlace, cuando en realidad constituye un comienzo. Eso ya lo escribí en otra parte. Lo que quiero destacar con esto es que la conclusión del proceso electoral no coloca a la democracia y a la participación ciudadana en un estado de letargo o hibernación que duraría unos dos años hasta la celebración de un nuevo proceso electoral. Es en la instalación de los nuevos gobiernos en donde se requiere más participación. Se requiere otra participación.
Se trata de aquella que ocurre en otros espacios de nuestra vida cotidiana que también es pública. Es imperativo subrayar con fuerza que la participación ciudadana no debe apagarse una vez que los nuevos gobiernos asumen el poder. Este es, de hecho, el momento crucial en que la participación debe encenderse con mayor intensidad, transformándose en una vigilancia rigurosa y en una exigencia implacable. En los municipios donde la ley contempla la figura de Juntas de Participación Ciudadana vecinales, es esencial que la ciudadanía se integre activamente en estos espacios, pero, más allá de eso, se necesita una sociedad que esté alerta y exija resultados tangibles y transparentes.
Sin embargo, parece que algunos gobiernos buscan adormecer la conciencia cívica, promoviendo una postura pasiva entre los ciudadanos, quienes son incentivados a esperar beneficios en lugar de demandar derechos. Esta tendencia es peligrosa y traiciona el verdadero espíritu de la democracia. El despertar de la democracia no se trata simplemente de ir a las urnas, sino de mantener un ojo crítico y firme sobre aquellos que han sido elegidos. La democracia no se alimenta de promesas vacías ni de la sumisión de una ciudadanía complaciente; se nutre de la exigencia de transparencia, de la demanda de cuentas claras y de la constante presión para que los gobiernos cumplan con su deber.
Los gobiernos electos no son monarcas; son servidores públicos que deben ser continuamente observados, cuestionados y evaluados por aquellos a quienes deben servir. Permitir que la ciudadanía adopte una actitud pasiva, esperando recibir lo que le corresponde sin levantar la voz, es permitir que la democracia se debilite y que el poder se concentre en unos pocos.
El llamado, entonces, es contundente: la democracia no se duerme con el último voto emitido. Es en ese preciso momento cuando debe despertar con mayor vigor. Es hora de que la ciudadanía asuma su papel protagónico, no como espectadores pasivos, sino como actores exigentes en la vida pública, reclamando sus derechos y responsabilizando a quienes gobiernan. Solo así construiremos una democracia sólida, donde la participación ciudadana no sea un evento ocasional, sino un pilar constante e inquebrantable.
X. @marcoivanvargas