Dr. House y otras series

La tragedia ocurrida este viernes en Tlahuelilpan, un pueblito en Hidalgo, ha llevado a una discusión en redes y a la profusión de comentarios de todo tipo. La muerte de 71 personas por la explosión en la toma clandestina de un ducto de Pemex, ha hecho saltar información y opiniones tristes, cuando no nefastas. Muchos que pedían respeto y no politizar la tragedia, se dieron vuelo para tratar de llevar agua a su molino. “Chistes” y juicios sumarios hicieron su aparición.
En Twitter, la red que más sigo, hubo quienes más que aves azules parecían buitres o zopilotes. Pocos ven lo que hay detrás de los síntomas, y pocos saben lo que debe hacerse.
La dosis hace el veneno y la información en demasía (o desinformación, o información a medias) puede llegar a saturar. Las “benditas redes” resultan cajas de Pandora, teatro del absurdo. Nos queda la ficción, las posibilidades imaginadas en libros, series o películas. Muchas suposiciones y juicios. Más allá de la publicación (y la lectura) de una cartilla moral como la de Alfonso Reyes, nos debemos el hablar de ética sin atavismos.
Hubo una serie de televisión que se llamó Dr. House, acerca de un médico especialista en enfermedades de difícil diagnóstico, esas que los médicos “regulares” no hallaban. Gregory House era un cínico (y nihilista), un Sherlock Holmes apasionado por los acertijos que plantea la combinación de ciertos síntomas, con un equipo que fungía de Watson colectivo, con el que regularmente se equivocaba dos veces por episodio pero al final casi siempre acertaba. No creía en los pacientes (“todos mienten”, era su mantra) y no le interesaba lo social, más bien podía ser catalogado como sociópata funcional. Pero funcionaba.
Usualmente el equipo de House proponía soluciones, descartadas por improbables o por inconsistencia con los síntomas. A veces se equivocaban pero trataban de salvar vidas, más allá de lo “correcto”.
En La filosofía de Dr. House, Barbara Anne Stock explica el principio de la razón suficiente (PRS): hay una explicación racional para cada suceso, a veces podemos saberla, otras no, lo que no significa que no la haya. La explicación más sencilla es siempre la mejor, pero en ciencias sociales nada es sencillo. “Lo extraño es bueno. Lo común tiene cientos de explicaciones, lo raro difícilmente tiene una”, dice el galeno en uno de los episodios.
Las variables en Tlahuelilpan fueron los pobladores, los huachicoleros, el gobierno en todos sus niveles, los huachicoleros, el crimen organizado, la pobreza, el deduido, la violencia. Todos opinan, opinamos.
¿Quién hace el análisis de los síntomas sociales y busca que recuperemos la salud? Usualmente no hay especialistas, sino políticos con intereses personales o de grupo, o eso es a lo que nos hemos acostumbrado: un médico que toma la presión, hace un par de preguntas y receta paracetamol. Hace falta un equipo cínico, que haga diagnósticos basados no en opiniones o creencias, ni en intereses, claro. Que no diga lo que el paciente quiere oír, sino lo que es. Que se equivoque pero luego tome la decisión acertada.
Además de House, y ya que también está reciente la elección del primer Fiscal General de México, y encarrerados en propuestas personales (o alucinadas, si gustan) otra idea de una serie que ojalá se hiciera realidad está en el género policiaco. Podría ser La Ley y el orden UVE (Unidad de Víctimas Especiales). (O podría ser Mentes criminales., la serie sobre un equipo perfilador del FBI). Más allá de la participación del Ejército en labores de vigilancia y protección civiles, ojalá se implementaran grupos de investigación de élite, con personas de diferentes disciplinas, para cazar a huachicoleros, defraudadores, corruptos, feminicidas y otros criminales difíciles de detener. Que los sigan y no haya posibilidad (o no tanta) de que los expedientes estén mal integrados, de que con cualquier argucia los delincuentes de cuello blanco o de dinero verde gocen de una libertad no merecida.
Siempre habrá casos donde el criminal salga por sus nexos o negociaciones, como bien se muestra en la serie: la ley y el orden no son lo mismo, pero si se fortalece cada eslabón de la justicia hay menos posibilidades de que exfuncionarios y criminales queden libres, por más contactos o parentescos que tengan.
Sí, mucha denuncia, muchas iniciativas de ley, muchas notas periodísticas y no pasa nada. Las órdenes de aprehensión y las denuncias se anuncian con bombo y platillo, y a los pocos meses los acusados salen con una sonrisa. No sé, me emocionaría ver que meten al bote a los que la deben, los que siempre la libran. Que se siguen cadenas de complicidad hasta lo alto, que se descubre a los autores intelectuales.
En Mentes criminales al principio de cada capítulo citan alguna frase de un autor de filosofía o literatura. En uno dicen que Mark Twain dijo: “De todos los animales, el hombre es el más cruel. Es el único que infringe dolor por el placer de hacerlo”. En otro, a Albert Eistein: “El que se erige en juez de la verdad y el conocimiento es desalentado por las carcajadas de los Dioses”.

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