Nancy García
Un montón de niños confundidos persiguiendo ideas que ni siquiera saben lo que significan, eso fue lo que pensé al encender la televisión y observar al montón de encapuchados pintando y quemando concreto.
Cuando era pequeña solía repetir en mi mente lo mucho que deseaba la paz mundial; al preguntar a los mayores cómo lograrlo, respondían de manera similar que tenía que ser buena, portarme bien. Durante muchos años creí que esa era la fórmula, para después obviamente, darme cuenta de lo ignorante que había sido.
Hay algo que los anarquistas de la manifestación del pasado 2 de octubre y los niños del mundo tienen en común: un sueño poderoso de un mundo ideal, que lamentablemente, carece de fundamentos y acciones congruentes que puedan hacerlo realidad.
Al analizar con detenimiento las imágenes de la marcha conmemorativa del 2 de octubre, podremos darnos cuenta de que los “encapuchados” no son más que personas comunes que cogen el valor suficiente para golpear, pintar, quemar, solo si algo les cubre el rostro.
Algo curioso es que algunos estaban cubiertos de pies a cabeza con todo lo contrario a lo que haría un artesano: varios pares de botas y zapatos nuevos se destacaban en el piso gris, además de mochilas, gorras e incluso la falda vistosa de una mujer que prendió fuego frente a unos veinte policías.
Esta particular característica es algo que sin querer, nos otorgaron como pista para darnos cuenta de que la palabra “anarquismo” les queda demasiado grande, porque si la visión y propósito de un México anárquico fueran puros, no calzarían ni en broma productos que fueron hechos por una empresa extranjera, que contrata mano de obra de nuestro propio país sin darles siquiera, un 1% de las ganancias.
Claro, no todos vestían de tal manera, pero considero que dentro del movimiento, una sola persona actuando incoherentemente respecto a una base tan básica de la ideología que se apoya, es suficiente para que todos nos demos cuenta de que en realidad no existe un líder intelectual que esté guiando la “lucha” por donde debería, es decir, se encuentran en una cuerda floja en donde cargan con un brazo montones de ignorancia, y en otro, logros inútiles de aparición en medios como simples provocadores y pintas que se borran en con agua y una manguera.
“¿Abolir la religión en un país en donde hasta se creó una propia?”, comenta un amigo, refiriéndose a que más que católicos, los mexicanos ponen su fe en las creencias guadalupanas. Es realmente extraño que cerca de setenta encapuchados que se encontraban en el Zócalo, decidieran regresar a las calles en lugar de atacar los lugares que, como movimiento anarquista, esperaba que destruyeran: la Catedral y el Palacio de Gobierno.
¿Miedo? El suceso más impactante de la tarde demuestra miedo a abandonar por completo la identidad y cosmovisión del México que se conoce hoy; ese miedo de al fin sentirse en las entrañas de una ideología que ni siquiera conocen bien; se podría pensar que es una estrategia de quien comanda el movimiento, pero, ¿en serio serían capaces de idear un plan para generar un cambio, después de que han demostrado que de anarquistas sólo poseen la autodenominación?
Es increíble que respecto al fenómeno de pseudo-anarquismo en las manifestaciones, el presidente haya hecho comentarios tan absurdos que muchos desearían no haber escuchado; es extraño ver como civiles defendían de los encapuchados a varios de los 2500 elementos que fueron enviados sólo para arrinconarse en donde fuera posible; es frustrante pensar una y otra vez “ya sabía que iba a salir mal” cada que nuevas propuestas como el “cordón de paz” son sacadas a flote… te sientes perdido en tu propio país, sin identidad.
“Fuego a los pacifistas”, pintó una mujer. Ojalá pudiera darse cuenta de que a ninguna persona le provocó miedo y de que nadie le encuentra sentido a lo que está haciendo porque ni siquiera ella puede hacerlo. No sabemos que ruta tomarán las acciones de este grupo, pero de algo podemos estar seguros, y es de que son ignorantes persiguiendo un sueño de humo.