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El retiro

Por Catón

Agosto 20, 2023 03:00 a.m.

A

Eroticio, sujeto dado a heterodoxias en materia de sensualidad, hizo este comentario: “El sexo entre un hombre y una mujer debe ser algo maravilloso. Claro, si encuentras al hombre y la mujer adecuados”. (No le entendí)... Una paciente guapa le preguntó al doctor Ken Hosanna: “¿Cuál es la mejor hora para hacer el amor?”. Respondió el médico: “Entre 2 y 3 de la tarde”. La respuesta desconcertó a la bella señora, por lo inusitado de ese horario. Quiso saber por qué. Explicó el facultativo: “Es la hora en que mi recepcionista no está”... Hemos oído hablar de doña Frigidia. Es la mujer más fría del planeta. En cierta ocasión pasó frente a una agencia de viajes que anunciaba un crucero por el Canal de Panamá y eso bastó para que se congelaran las aguas de esa vía tan importante para la navegación. Por cierto, recomiendo a mis lectores que busquen la película “Arsénico y encaje”, de Frank Capra, basada en la obra teatral “Arsenic and old lace” del norteamericano Joseph Kesserling. Filmada en 1941, en el breve tiempo de ocho semanas, esa obra clásica está considerada por el American Film Institute una de las 50 mejores películas en la historia del cine. En ella actuaron Cary Grant -solía decir que era el papel que más había disfrutado en su carrera- y Raymond Massey. El argumento trata de dos tiernas y dulces viejecitas que reciben en su casa de huéspedes a ancianos solitarios, sin familia, tristes y llenos de achaques propios de los años, a quienes “por caridad” despachan al otro mundo ofreciéndoles una copita de licor de frutas mezclado con cianuro y estricnina. El hermano de las compasivas señoritas tiene extraviada la razón. Se cree Teddy Roosevelt, presidente de los Estados Unidos, en cuya época se hizo el Canal de Panamá, y entierra en el sótano de la casa los cadáveres de los viejitos por creer que han muerto de malaria, enfermedad que, en efecto, mató a un buen número de quienes participaron en la construcción del canal. No narro el resto de la historia, pues ahora advierto que me he apartado de la mía. Una noche doña Frigidia le reprochó a su esposo don Frustracio: “He sabido que los hombres pronuncian una y otra vez apasionadamente el nombre de su pareja en el curso del acto del amor. ¿Por qué tú nunca dices mi nombre en ese momento?”. Contestó tímidamente don Frustracio: “Para no despertarte”... El señor llegó a la edad del retiro, y su esposa y sus hijos le hicieron una cena para festejar el acontecimiento. Esa noche, ya en la cama con su mujer, el festejado no pudo izar el lábaro de su varonía. Le dijo la señora: “No guardaste nada para después de la jubilación ¿verdad?”… En el lobby bar de conocido hotel un viajero entabló conversación con una dama de atractivas formas. Después de tres o cuatro copas -quizá cinco-, le propuso: “¿Te parece si la siguiente nos la tomamos en mi habitación?”. “Lo siento -se disculpó la mujer-. Me he prometido a mí misma no hacer el amor sino hasta encontrar al hombre de mis sueños”. “¡Caramba! -se admiró el otro-. La espera debe resultar difícil”. Replicó ella: “Para mí no. El que está muy molesto es mi marido”... Noche de bodas. El recién casado le dijo lleno de emoción a su hermosa desposada: “¡Cuán bellos son tus ojos! ¡Qué perfectos tus labios! Tu cuello y tus hombros ¡qué maravillosos! Tus pequeños pies ¡qué lindos!”. Acotó ella: “Te saltaste bastante”… Susiflor, ex alumna del Colegio de las Damas, le contó a su amiga Rosibel: “Tengo remordimientos. Anoche dejé que mi novio me pusiera la mano en la rodilla”. “Yo también tengo remordimientos -confesó Rosibel-. Pero los míos están unos 40 centímetros más arriba”. FIN.