¿Encontraría la magia?

En el evangelio de Mateo no se menciona que fueran reyes o que llevaran regalos al recién nacido; ni siquiera se dice que fueran tres. Solo se afirma que «vinieron del oriente a Jerusalén unos magos diciendo: “¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle”». Herodes, dicen, trató de “cucarlos” y les pidió que le dijeran el lugar donde estaba el niño para también ir a adorarlo. «Pero siendo avisados por revelación en sueños que no volviesen a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino».
Fue mucho tiempo después que se dijo oficialmente que eran tres, que eran de tres regiones diferentes de Asia, Europa y África, y que llevaban presentes para el niño: oro, incienso y mirra. Hay quienes dicen que fueron maestros del niño, ya adolescente, tras su huida a Egipto.
Se les llamaba magos pero pudieron ser astrónomos. ¿Alquimistas? Mago se le decía a quien buscaba la sabuduría, a los interesados en el conocimiento, en el arte y la ciencia por igual, como hoy en muchos pueblos. “Las ciencias de hoy, si las abordamos sin conformismo científico, dialogan con los antiguos magos, alquimistas, taumaturgos”, dicen Pauwels y Bergier en El retorno de los brujos.
La ciencia avanza y con ella nuestras posibilidades como especie, es cosa de no dejarse llevar por la impa-ciencia. Y tener con-ciencia. Como añaden Pauwels y Bergier, “no es un progreso: es una transmutación. En este otro estado del mundo, la propia conciencia tiene que mudar de estado”.
Ya no hay estrellas que nos guien, pero siempre hay magos y siempre hay presentes.
Hoy muchos niños estrenan juguetes, y quizá vieron por la ventana al camello, al caballo y al elefante. Quizá no, permanecen separados de sus padres o tienen que ir a pedir algo para comer. Mañana, lunes, se reanudan las clases.
Con la visita de los magos inicia el año y con este la posibilidad de hacer algo para escapar de la normalidad. Hemos pasado por tantos apocalipsis y tantas veces nos han querido vender la felicidad que bien podemos tomarnos unas horas para conocernos mejor. A nosotros mismos, a los que nos rodean y a todo lo que existe en este planeta. Por eso más que regalo es hermosa la palabra presente.
Entre los centenarios que se conmemoran este año, y es buen pretexto para releerlos, están los de J. D. Salinger, Cyrano de Bergerac, Lawrence Ferlinghetti, Vicente Gaos, Amado Nervo, Walt Whitman, Primo Levi y Doris Lessing. En San Luis Potosí se declaró 2019 como el año de Rafael Montejano y Aguiñaga, bibliólogo e historiador.
En estos días he leído poemas y pensamientos atribuidos a Fernando Pessoa, Jorge Luis Borges, Lewis Carroll o Gabriel García Márquez. No me “sonaban” y me puse a buscarlos en internet. La (maldita) costumbre de dudar de todo. Tras “guglearlos” comprobé que no, que algo de lo que se dice escribió Lewis Carroll es de una película sobre su obra, o uno supuestamente de Pessoa es de Fernando Teixeira. Se agradecen de todas formas.
Va, para empezar la semana, un poema de Pessoa:

“Si yo pudiera morder la tierra toda
y sentirle el sabor sería más feliz por un momento...
Pero no siempre quiero ser feliz
es necesario ser de vez en cuando infeliz para poder ser natural...
No todo es días de sol
y la lluvia cuando falta mucho, se pide.
Por eso tomo la infelicidad con la felicidad.
Naturalmente como quien no se extraña
con que existan montañas y planicies y que haya rocas y hierbas...
Lo que es necesario es ser natural y calmado en la felicidad o en la
infelicidad.
Sentir como quien mira. Pensar como quien anda,
y cuando se ha de morir,
Recordar que el día muere y que el poniente
es bello y es bella la noche que queda.
Así es y así sea”.

A ver qué sucede, esperemos que los magos lleguen otra vez. Como me dijo un amigo-lector, ojalá que la cobija nos alcance a todos.
Ya hablaremos de ciencia y magia. Y de arte y cultura, pues como escribió Zygmunt Bauman, “el arte recuerda con insistencia que el milagro alquímico (o ¿un simple truco de magia?) es posible. El arte respira eternidad. Gracias al arte, una y otra vez la muerte queda reducida a su verdadera dimensión: es el fin de la vida, pero no el límite de lo humano”.
El arte y la cultura son aspectos que no parecen ser tenidos en su real importancia por los gobiernos de cualquier color. Necesitamos recordárselos una y otra vez. Sin arte y sin los conocimientos tradicionales no hay alquimia.
Hay muchos prestidigitadores en las esquinas (y en algunas dependencias de gobierno). Tampoco nos faltan ilusionistas.
Magos, hay pocos.
Si les salió el muñequito, el anillo o el dedal, inviten los tamales el día de la “Calendaria”. Es buen pretexto para contar otras historias.
Ojalá encontremos la magia.

Posdata: toca leer y reinventar a Homero. La Iliada y La Odisea nos esperan. Si tienen Twitter sigan la etiqueta #Homero2019, hay rescates y duelos interesantes.

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Twitter: @corazontodito